Postres de músico: un comodín infal·lible
Postres de músico: un comodín infal·lible

Postres de músico: un comodín infal·lible

La conjunción de frutos secos y el gotet de vino bueno nunca es la primera opción pero siempre se tiene que tener presente

La hora de los postres, en un restaurante, puede ser a menudo uno de aquellos momento de elección que acabe para convertirse en un pequeño dolor de cabeza. Dolor de cabeza menor, que se entienda. Estamos entablados, estamos bien, llevamos un plato y el corte haciendo giragonses por el duodè: no estamos mal sino todo al contrario. Pasa con los postres, pero, que mientras en casa ya venden marcadas (por la compra, por el que hay) cuando hagamos lo tec fuera de casa es el segundo momento de mojarse.

El momento de los postres, de escogerlas, es toda una dimensión nueva en el ritual de la comida compartida. Hemos visto la planta baja y hemos subido arriba, antes. Ahora vamos de cara y subimos un piso más: sean buhardillas o azotea. A menudo, de hecho, se reinicia el ceremonial de consuetud. Otra carta o la misma abierta por el final. Y de nuevo un número variable de opciones. Quizás hay de la casa y otros de genéricas. Y merece la pena atinar la oreja porque siempre aquello que nos digan que hay y no esté anotado al papel tendrá el encanto de la ocasión. Pero volvamos, vuelve a ser momento de escoger y cómo decíamos antes el intringulis nos puede resultar empipador.

A la hora de escoger postres hay conveniencias, preferencias y comodines. Conveniencias son las argumentaciones revingudes que nos resuenan adentro o verbalitzem: "si hemos cargado antes ahora algo ligero" seria el ejemplo más extendido. Por preferencias hay que concretar poco: tu helado preferido, la primera fruta de temporada (buen año sea de bien!) o aquel pastisset que, precisamente, goites de pedir siempre que hay. Es el tercer ámbito, el de los comodines, que hoy nos pararemos. Porque son a menudo según y terceras elecciones, sí, pero hay días que merecen protagonismo y hoy es uno de ellos para uno de sus ilustres jugadores de plantilla. Hablamos de los postres de músico.

Rònegues, si se quiere, pero venden tanto de gusto!

El último golpe que fui a comer fuera, en un restaurante del Paseo Marítimo conocido por sus arroces, quien tenía delante por delante escogió postres de músico. Él lo hizo como nosotros lo podemos hacer. Nada más le convenció o ve a saber el qué, porque a menudo parece desmenjat: se llama el pecado pero no lo pecador. Parece que por la simplicidad extrema, por un concepto casi rònec de postres cómo es lo de los frutos secos y el gotet de moscatel o vino bueno, los postres de músico puedan parecer una elección de segundas. Y no. Son un comodín pero siempre convencen.

He aquí la cosa más sencilla del mundo. Por qué complicarse la vida, siempre? Los postres de músico deben de su nombre, por el que se ve, a que eran una manera rápida de tomar algo, uno xeflis sobrevenido para los músicos que tocaban y que no tenían tiempos de entablarse. La ignorancia sobre si esto es real o más falso que un duro sevillano es absoluta, pero queden escritas las dos cosas. El que se dice y el escepticismo que nos genera.

Tan senzill com fruits secs i una copeta

Tan sencillo como frutos secos y una copeta

Ganyips con copeta

En un platillo de postres, para hacer "el músico" que es la abreviación corriendo del genuino "postres de música" posaremos todo de ganyips. Frutos secos, vaya. Que si nueces, avellanas y almendras, sobre todo. Puesto que tomamos con protagonismo propio, a estas alturas, mucho mejor si son de buena calidad de procedencia o muy tostadas. Pero el hecho es que estos ganyips, a los que a menudo añadimos alguna fruta desecada como higos, dàtils u orellanes viene presida con carácter escénico central por el gotet. Por las gotas.

Las de los músicos son unos postres aliñados, con vino bueno, moscatel o vino rancio. Del de la casa que se sabe que es bueno. Poquito, que no se trata de salir escaldado, pero no estamos hablando de un xarrupet. El vaso chico y alto, que siempre ha respondido al nombre de "cavallitu" o la copa menuda son las presentaciones más usuales a pesar de que también hay restaurantes que, para darle encanto todavía más tòpìc, hacen salir un tipo de porronets que parecen de mentira por medida y rayo menut.

Frutos secos y una copeta. No hace falta ir a un restaurante para jodérselos podemos pensar con razón. Y quizás los postres de música pueden salir a tabla. Podemos adquirirlas como hábito para las comidas generosas que se alargan, incluso complementario a otros postres para practicar aquello que reza que en la variedad también hay la alegría. Sea al vetusto comedor que nos acogía después del arroz cuando hice la foto o en cualquiera otro rincón que hayan salido, cuando los postres de músico han salido han resultado infal·libles. Hay que cuidar la clase obrera del tercer turno de comidas y cenas. Pedimos siempre que haga falta este comodín.

 

Comentarios