La clara, la compañía imprescindible en plena canícula
La clara, la compañía imprescindible en plena canícula

La clara, la compañía imprescindible en plena canícula

La clara, la combinación entre la cerveza y la limonada tantos golpes criticada, es el refugio fresco ante las altas temperaturas

Hay veces que parece que nos hayamos de esconder de aquello que nos gusta, cómo si fuera una pequeña vergüenza o nos careciera criterio para tener el gusto que tenemos. De entre la nutrida legión de cervesers con paladar selecto y olfato por aquello más refinado, a menudo es fácil de encontrar el hijo de sueños paras que levanta la voz y proclama que "si te gusta la clara es que no te gusta la cerveza". Si no has tenido la oportunidad que ningún conocido te la haya dicho, pues mejor. Mejor y más felices todos. Pero el patrón se repite y cómo que todo el que es doliendo se contagia, quizás el siguiente viernes ya serán dos los elementos de la pandilla que proferirán esta sentencia. Dejémoslos de banda, que hoy y aquí hablaremos y defenderemos la clara.

La clara, la combinación entre cerveza y limonada, tiene el encanto original de todos los inventos casuales. Dice la leyenda, que parece que va de viste, que en una tasca alemana dónde ante el alud de ciclistas sedientos el amo sufría por si las reservas de cerveza no eran suficientes y empezó a mezclarla con limonada. El éxito fue instantáneo y de esta anécdota hace un siglo viene el hábito y el gusto para tomar clara. Otra cosa divertida de la protagonista es la de nombres diferentes que recibe, desde por Tarragona donde le dice champú a las radler o shandy de las marcas comerciales españolas. Un ejercicio divertido es, cuando vas por el Estado, pedirla específicamente "una cerveza con limonada, por favor" y que entonces te digan cómo se llama a cada lugar.

Decíamos que la clara puede tener un cierto desprestigi a los altares del cervesisme, si es que existen, pero este hecho tiene poca importancia. En un rincón de mundo cómo este y en una época del año cómo esta, pocas rivales pueden complacer tanto al sediento cómo una clara, en vaso, jarra o a galet, desde el porrón. Una clara fresca que añada al elixir de la avena fermentada la acidez fresca del limón. A los que nos gusta de lo lindo para apaciguar la siete desesperada del estallido de bochorno de ahora nos costaría mucho encontrar una mejor compañía en tiempo de canícula. Cuando uno declara el amor a la clara no lo hace con tópicos cómo el anuncio de la marca más conocida, que nos enseña un pelacanyes corriendo a la orilla del mar cómo si fuera la gran cosa. Simplemente adoramos la clara porque nos reconforta. Porque nos propicia un momento de refugio sensorial. Hace años un distribuidor de cervezas dijo que en pocos lugares había un consumo tan alto de clara como Mataró por Las Santas (cuando eran Las Santas, no esto de ahora) y la razón es sencilla. La canícula apreta y si se toma algo es básicamente por no gripar literalmente.

Una clara a la Plaça Gran de Mataró

Una clara en la plaza Grande de Mataró

La mejor clara en cinco pasas

Preparar la clara es la cosa más fácil del mundo, pero también tiene su gracia de describir aquello que todo el mundo ya sabe

  1. Escoge una cerveza. Que sea clareta y ligera, tipo lager o pilsener (las que dominaban cuándo de cervezas no había tantas) o incluso una de trigo. Ah, sobre todo: mejor si es de tirador y si no se mujer la circunstancia que sea fría. Fría de verdad. Muy fría!

  2. Cogemos la limonada. Hay versiones por todos los gustos, cómo quién prefiere hacérsela casera para evitar lo redoblo de gases, que siempre tendremos que saber gestionar. Hay limonadas de marca más dulces, otros más ácidas. Que vaya a gusto. También diría que hay auténticas marcas absolutamente "no-te -fijes" que son creadas únicamente para hacer clara a precio barato.

  3. La orden: primero la limonada. Puesto que estamos, no lo hacemos de cualquier manera. No la xarbotem, posemos un poco de cura. Que no pierda el gas. Cama proporcional de limón. Si vamos con porrón usamos la neurona y pensamos en su forma.

  4. Después la cerveza. Algo más de cura, ya sacaremos el animal cuando sea turno de mamar. Que haga la espuma justa. Dicen que la cerveza siempre tiene que tener entre uno y dos dedos para que no se oxide pero nunca se sabe si estas teorías son ciertas o de algún tonto con ínfules de ingeniero. Por si acaso, hagámosle caso y disponemos la cerveza sobre el limón.

  5. Las proporciones. La madre de las batallas. Dejémonos guiar por el gusto (o incluso por las reservas que tengamos) más que no por los que vayan de evangelistas y entonen que "la clara de verdad es así". Una proporción de 40 % de limón y 60 % de cerveza se puede aproximar al que sería un estándar.

Variaciones que nos la pueden hacer mejorar

Con granizado de limón: hablamos ya la semana pasada y todavía es más ideal en la actual hostilidad climática. Si sustituimos la limonada por granizado, el resultado nos quedará más dulce y frío. Más refrescante. Un tipo de "efecto Megatron" de las bebidas, descarga de frescura.

Con cerveza doble malta: Se supone que la clara se hace con cervezas ligeras, pero hay quién opta para servirla también con variedades más cargadas. El resultado es sugerente pero también hace falta que seamos conscientes del salto cualitativo en cuanto a grado, que no nos vapulee.

Con gaseosa: Relacionado con las diferentes nomenclaturas del invento, es probable que si vamos hacia el sur y pedimos una clara nos la sirvan con gaseosa. Si pasa, tampoco hay que ser descortès. La podemos tomar, no tiene acidez, pero quizás le encontramos alguna gracia que justifique a aquellas personas que se los gusta. No seamos puritans!

 

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