¡Salvemos al moniato blanco!

Hay pocas frases de plaza que hagan tanto de mal cómo cuando el labrador o la frutal (o a quién sea que le compres) te dice "ui, ya no se encuentra, se ha perdido el tipo". Seguramente los compradores que somos mayoría, transeúntes de parada y poca reflexión, nos pasa por alto. Miramos qué hay, como máximo preguntaremos por una variedad que no vemos, preguntaremos el precio y echa millas. Pero hay también la tipología resistente, que busca y busca y se resiste a dejar de tener aquello que le hacía gracia y que antes por este tiempo o esta otra temporada no faltaba.

De variedades y de oferta, pero, se pierde. Se pierde el tipo, que se llama. Son pequeñas catástrofes que laminen la cultura gastronómica compartida, ejemplos concretos de aquello del pez gordo y el pez pequeño. Derrotas compartidas que en muchos casos son sordas o silenciadas. Una de las fehacientes, seguramente irreversible, devuelve cada año en el tráfico otoñal en el que nos hacemos acentuados compradores de moniato . A pesar de que ya hemos reivindicado más de una vez que la asociación de este a la Castañada y contorno temporal es un error, sí que es ahora cuando quien recuerda los moniatos de antes y ve que no se encuentran, prácticamente, puede echar de melangia amodorrada y añorar el moniato de antes. El moniato que era blanco.

Aquí corresponde ir a la nomenclatura, por qué puede ser sorpresiva. El que todos compremos y comemos por moniato, de interior y carnositat naranja y gusto dulce no son realmente moniatos, son batates. Qué os parece? Si queréis vuelvo: los moniatos no son moniatos. Porque los moniatos eran blancos de dentro. (Y dejo instantes de reflexión).

(Pasan los instantes de reflexión). Qué os empatolleu de moniato blanco? Qué te inventas, de donde sales tú ahora? Calma y serenidad. En esta sección también somos gregaris de las causas perdidas y nos pagan por artículos cómo este.

Todavía se encuentran, pocos, alguno: salvémoslos

El moniato blanco es una especie diferente, prima hermana del que se ha acabado imponiendo y consumimos y veneramos como único moniato. Es tanto sencillo cómo entender que hay variedades y que no hace paso muchos décadas el que era preponderante era el blanco. De presencia y aspecto más firme, seguramente. De carnositat un poco diferente y sobre todo de colores y gusto diferenciales. Tonalidad blanca, con aires tendentes del amarillo cuando los cueces si quieres. Un blanco con aires orgánicos, de tierra. Pero blanco. Y el gusto? Mucho menos dulce. Menos goloso que el naranja que ha acabado ganando la partida.

No es que haya desaparecido, el moniato blanco. Se cultiva y se puede encontrar. Pero poco. Anecdótico. En pocas paradas lo tienen y en alguna parece cómo si lo escondieran. Noble arte lo de priorizar producto visualmente, el de las paradas de siempre. Cuando los supermercados van con las tácticas, los labradores hace tiempos que vuelven.

El moniato blanco resiste, sin prensa favorable ni promoción. Con el olvido involuntario o desconeixedor de la gran mayoría de la población, sin cuota de alineación a los menús: ni frito ni cocido. Eclipsado del todo por la batata que incluso le quita el nombre primogénito. Aguantémoslo, cuidémoslo, pidámoslo. Salvamos el moniato blanco. Como mínimo intentémoslo porque salvar los frutos cómo el Espriu nos dijo que habían vivido para salvarnos las palabras.