Moniato. Foto:iStock
Moniato. Foto:iStock

¡Free boniato! Sus virtudes más allá de la Castañada

Repasamos todas las posibilidades del boniato más allá de compañero de las castañas durante el otoño

Llegamos a la Castañada, una de aquellas citas del calendario que, en esencia, básicamente nos convocan alrededor de la mesa puesta. Con los de casa, que ya se sabe que estamos de restricciones, pero ni siquiera la Covid-19 puede impedir que este sábado se acabe el octubre, que el día siguiente sea Todos los Santos y empiece el noviembre y que por lo tanto toque, para comer o para cenar, de celebrar la Castañada. Y de hacerlo con castañas, vino bueno, panellets (es imprescindible despotricar de su precio!) y boniatos.

Parémonos en estos últimos porque no es paso casual que los hayamos puesto al final de la enumeración. Los boniatos son un más, un actor secundario a mesa, la vuelve de las castañas y poco más. Parece que el imaginario colectivo los tenga relegados a este papel secundario y este hecho no sólo revela una gran injusticia (la historia es llena de potenciales inexplorats y grandes trayectorias ignoradas, en todos los sentidos) sino sobre todo un ejercicio de poca vista gastronómica.

Además, la temporada del boniato es generosa y a la práctica abraza prácticamente todo el año y a buen seguro que si lo introducimos a nuestro recetario podremos disponer abundantemente. Es por eso que, precisamente ahora, la Castañada es la oportunidad propicia para defender el moniato y liberarlo de su enclaustrament típico y tópico. Clamamos por su libertad y posibilidades: decimos Free boniato!

Manifiesto por la libertad del boniato

El movimiento #Freeboniato defiende la libertad de este tubérculo del yugo que lo aferra únicamente a los postres de otoño. Al contrario, defendemos la utilización del moniato y la reivindicación de sus diferentes variedades (más allá del naranja, la batata, el blanco o amarillo y el lilós son muy apreciados pero cuestan de encontrar) en la gastronomía nostrada, así como todo el que podamos aprender otras tradiciones culinarias. De hecho hay países a los cuales se lo conoce como 'patata dulce' pero tenemos que ir cuento con este adjetivo. ¿Por qué? Porque el boniato es mejor que la patata y por lo tanto lo podemos utilizado de sustitutivo en prácticamente todas las aplicaciones que hasta ahora parecían zona restringida por la reina plenipotenciària de los tubérculos.

El boniato contiene casi el doble de fibra que las otras clases de patata. La suya es una fibra dietética que ayuda el aparato digestivo. Y no es paso poca cosa puesto que ahora que nos volverán a confinar, el mal funcionamiento digestivo y sus diferentes derivadas, puede estar detrás no pocas discusiones cotidianas. No será comer boniato y ahorrarse algún reproche, pero mejor cuidarse la flora que no no cuidársela. Eso sí, lo tenemos que cocinar y muy cocinado. Que crudo puede ser más indigesto que un voto de censura en plena pandemia para Josep Maria Bartomeu.

El boniato tiene un índice glucèmic medio. Y aunque muchas veces creemos que los alimentos dulces pueden incrementar los niveles de azúcar a la sangre "debido a su elevado contenido en fibra, modera la absorción de sus almidones y evita, así, los picos de insulina, regula la glucosa en sangre y previene y controla la diabetes tipo 2". Esto último está entre comillas porque lo hemos copiado de alguien que sabe y lo entiende pero seria cómo cuando lees una etiqueta y no entiendes nada pero disimulas.

Hasta aquí llegaría la parte del manifiesto de defensa de la cosa, en este caso del boniato, como ingrediente importante. Pero todo el mundo sabe que en las largas exposiciones de motivos de este tipo de declamaciones nadie hace demasiado caso ni para con demasiada atención la oreja. Algún moniato-escéptico podría reprocharnos a cualquier de los moniato-entusiastas que mucho blando blando pero poca concreción. Que muy bien con decir pero a ver qué tenemos que hacer. Que cuáles son las ideas concretas para liberar el boniato de la Castañada.

Moniato. Foto:iStock

Moniato frito. Foto:iStock



diremos algunas:

  • Boniato freído en su punto de sal
    Cortado en juliana (pobre Semproniana, no tiene un corte propio) del grueso de unas patatas bravas, porque nos hacemos la idea. Aquello de freír y que por dentro quede más amoroso. Y al punto de sal.
  • Boniato al horno para acompañar el pescado
    Pescado al horno, una de los grandes descubrimientos de la gastronomía. Parece la gran cosa y está al alcance incluso de solteros con poca traza. Siempre se acostumbra a poner una "cama" de verduras debajo. El moniato nos dará un toque genial.
  • Boniatos guisados
    Los guisos son un punto y apartE. Entramos en una división especial, no apto por los que cocinan con un pedo al culo. El toque dulce de hacer jugar un buen moniato puede ser genial, por contraste. Como jugar sin delantero centro, descolocando el resto.
  • Ñoqui de Boniato
    Esta pasta hecha con patata de la que hemos hecho nuestro el nombre porque nos encanta es probable que incluso los entre propios italianos (de verdad o de adscripción) la puedan escribir o cocinar diferente. Adoptarán un color y un gusto diferente si son hechos con boniato.
  • Boniato cocido y relleno
    El horno vuelve a entrar en juego y nos permite ir más allá del moniato habitual, solo, bono pero quizás demasiado monogustatiu. Lo podemos rellenar de queso, de carne picada, de alguna especia. Hagamos una mezcla que depositamos a la mitad con agujero cóncavo. Y gratinamos. Sensacional!
  • Hamburguesas de boniato
    Atención aquí que vamos con novedad. Una vez Europa ha abierto la puerta a que una pastarada de cualquier cosa que tenga forma de hamburguesa pueda ser denominada así, podemos tomarnos la libertad (esto va de free boniato, recordémoslo) de hacer de este ingrediente amasándolo con pan tachado, judías y arroz integral. De verdad, por el que se ve queda bien.
  • Chips de boniato
    Versión de los boniatos fritos pero aquí nos podemos hacer todavía más los modernos. Echar de mandolina o de polvo y exactitud propio de gemmòlegs por taller finas láminas que freiremos con aceite muy quemado para conseguir chips que pueden servir para entretener la hambre, acompañar alguna carne o incluso aportar el tono crujiente de algún plato como una ensalada.

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