Los caramelos de Jueves Graso de Valles, una tradición diferente de la de Mataró
Los caramelos de Jueves Graso de Valles, una tradición diferente de la de Mataró

Los caramelos de Jueves Graso: se ha perdido el tipo

Durante décadas, los pequeños esperaban el inicio del Carnaval por los caramelos planos, largos y duros únicos de este día

Empieza Carnaval y los abonados al costumisme gastronómico ya sonreímos de días atrás. Porque el motivo y la prédica se pierden, pero de las diferentes fechas señaladas al calendario, de entre las tradiciones y consuetuds aquello que se salva es el que acaba para tomar forma de teca, de bocado especial. De plato y si puede ser de dulce, mejor.

Que se entienda, 9 de cada 10 personas que este Jueves Llarder almorzarán, comerán, merendarán o cenarán tortilla no lo harán con el precepto histórico que motivó la cita con los huevos: el exceso antes del recogimiento. Y la decena, de las personas de la ecuación, ve a saber cómo lo explicaría, si le preguntáramos. Tres cuartos del mismo con la singular y juguetona morcilla de huevo, uno de aquellos cocinados que a pesar de que se encuentra todo el año hay quién considera heterodoxo de tomarnos fuera de estos días y cree que reservándola a un único día le mantendrá buena parte de la llamada.

Hay coca de llardons prácticamente siempre que se quiera, sí, pero cabe otro día comparece engalanada y consciente del protagonismo propio, asociado al apellido de llarder que luce uno de los mejores jueves del año. Prohibidos los toros, el sol-y-sombra parece hecho por esta coca, si somos conservadoristes séamoslo con agrado.

Cómo que todo se puede ver del derecho y del revés, desde levante o desde ponente, cada vez que llega jueves llarder hay un momento de añoranza y felicidad que se hace notar en medio de todo lo mejor de lo mejor del que se frueix asociado a la fecha. Es cuando servidor se recuerda de los caramelos propios de la jornada que ya hace lustros que pasaron a mejor vida y se ha perdido el tipo, la fal·lera e incluso el conocimiento. Cuándo semanas antes de diciembre, en Claudi Uñó enseñaba las placas de caramelo de naranja con las que evocaba el vidrio en su espectaculartorró turrón de autor de este año, dos neuronas huidizas se me conectaron. Cuando hace un par de años a Valles se decidieron a recuperar los caramelos de Jueves Graso (los suyos, no se asemejan mucho a los de aquí más allá del nombre y de la ocasión) uno sintió la lógica envidia de uno "y nosotros por qué no?". Y de aquí llora la criatura y viene este artículo.

Caramel Uñó

Claudi Uñó, con el caramelo que llevaba el turrón de autor de la pasada Navidad

Unos caramelos planos, largos, delgados y duros

La tarde de Jueves Llarder, cuando llevábamos tortilla a la escuela, en casa la abuela siempre nos hacía a manso unos caramelos todos curiosos que ahora solo formamos parte de la memoria. Y de cada vez menos memorias. Salían (los compraba, vaya) de Can Milagro dónde junto con Can el Olmos habían mantenido una cita tradicional con el celo y única motivación de que no se perdiera la tradición. Quizás se encontraba a otros lugares. Si descubriera que a algún lugar todavía hacen ahora sería la mejor noticia del año. Los caramelos eran planos, largos, delgados y duros. Un caramelo mucho caramelo que, si lo mordías, se agarraba a los dientes con la fuerza del superglú con el que algún golpe (no lo hagan) jugábamos a dejarnos los dedos enganchados por siempre jamás.

Los caramelos de Jueves Llarder eran de una elegancia que seguramente la melancolia exagera. Los recuerdo, a los noventa antes de perderse el tipo, envueltos con un tipo de papel charol con fleco. Antes de la guerra, imaginen si viene de antiguo la cita con un caramelo propio por el día de las tortillas, habían llevado un envoltori a rayas o incluso con motivos de alguna estrella cinematográfica. De su tráfico final, pero , venían con aquellos papeles de colores que denotaban los gustos que escondían en su interior, que casi parecía por medida un punto de libro, con medio dedo de gruixudesa.

Eran unos caramelos muy básicos, muy simples. Por eso la materia delgada del cristal de caramelo del Uñó me los recordó. Unos caramelos de gusto según el color del envoltorio. Cómo si los viera: Marrón café, el moratón era de anís, el verde mentolat, el amarillo allimonat y el marrón tenía café. Al fin y al cabo, a Can Milagro, de caramelos parientes hacían todo el año pero pequeños, de medida normal. Los de Jueves Llarder tenían el do de la forma allargassada y la gracia de un contrapunto dulce por los pequeños en el día iniciático del tráfico carnavalesc.

La tradición, extinta, era tan simple como esta. Unos caramelos especiales por un día, que acabaron perdiéndose. Quizás como el pan de pellizco moreno de Reyes, que ve a saber si alguna mañana del 6 de enero acabaremos sin tener de donde sacarlo. U otros momentos especiales. Ley de vida, se supone. Unas cosas perduran y las otras se pierden, pero seguro que si se quisiera hacer como Valles y hacer revivir el caramelo, a cada nano o enana que los abuelos dieran seria cómo si la historia de estos caramelos recuperara fecundidad. Y además de llarder y graso, este Jueves también podría ser dulce.

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