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Cassoleta de Cuaresma, la comida propia de Semana Santa

La cassoleta parte cocina el bacalao con garbanzos, huevos y género de temporada cómo las escarxofes

La Semana Santa no deja de ser la séptima de las semanas de Cuaresma, la última antes de que sea Pascua. Más allá de si celebra marchando piernas ayudadme de vacaciones (dichosos los que tengan y puquin) o si nos quedamos por aquí condenados, la mayoría, a que esto que se le hace decir semana acabe para ser solo cuatro días sin pencar, solo por el hecho que haya dos festivos y marque cambio al calendario ya tiene todo de elementos propios. Y a tabla a la hora de comer encontramos de diversos.

Nos podemos ir a los dulces, desde quienes hace 'torrijas' a los buñuelos, a los Señores y señoras del Domingo de Ramos o la preeminencia de la mona en Pascua. Pero si nos paramos antes, a la hora de comer propiamente dicho encontramos el que seguramente es el comer más tradicional de la Semana Santa: la cassoleta de Cuaresma, cassoleta de Viernes Santo (que es cuando es más típico de comer) o simplemente la cassoleta de bacalao.

Un plato fácil y al xup xup


No estamos hablando de ningún plato excéntrico ni reconsagrat. Más bien su naturaleza se debe de al hecho de tomar el que corresponde o es de temporada. El Viernes Santo es uno de los días más esperado del año porque toca cassoleta. Bacalao, que no es carne. Garbanzos, para hacer provisión en un día en que no se solía comer más de un golpe y hacían falta fuerzas para aguantar. Xup xup y picadura, porque somos a Cataluña. Escarxofes o espinacas, según se tenga. Pasas, que le dan aquel contrapunto dulce. Viniendo de enharinar el bacalao y freírlo e ir aprovechando el óleo que va concentrando gustos por el sofrito y todo el cocinado, porque esta secuencia nunca falla. Y huevo llevar, para consolidar el conjunto.

La cassoleta se come durante toda la Cuaresma pero es en Semana Santa y Viernes Santo que es cómo si correspondiera, cómo si hubiera que hacer una despedida oficiosa al código gastronómico del invierno y hacerlo con un señor plato de lamerse los dedos y mojar pan hasta que hayamos hecho corto. Un plato de toda la vida, alejado de prisas y preparados. Sin virgueries, de legumbre, pez y vegetales.

Un hito por aquel viernes siempre pintado de rojo al calendario. No debe de ser casualidad que la tarde de Viernes Santo sea una de las más plácidas y silenciosas del calendario. Porque la cassoleta pide siesta y pereza. Y la digestión no es complicada pero requiere de la pausa festiva de la jornada.

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