L’abril de l’any passat, Ediciones Siruela va publicar, amb motiu del centenari del naixement de l’escriptor Émile Michel Cioran, el darrer llibre que he llegit: Sobre Francia. He d’admetre que el motiu que em va impulsar a comprar-lo (en paper, evidentment) no va ser el nom del seu autor -del que fins ara no havia llegit res- sinó que parlés dels nostres veïns. Les persones que em coneixen bé saben que, des de fa anys, estic enamorat de França.
Cioran, nascut a Romania, va viatjar a França quan tenia vint-i-sis anys i ja no se’n va moure. L’any 1941, quatre anys després, va escriure el manuscrit en qüestió, encara en romanès, just en el moment en què les tropes nazis desfilaven victorioses pels carrers de Paris. Sens dubte, aquest fet devia influir poderosament en la seva escriptura, però malgrat pugui semblar a primera vista -tal i com ressalta l’autor del pròleg, Alain Paruit- que el llibre està dedicat a la decadència de França, és, en realitat, una apassionada declaració d’amor.
L’estil francès de Cioran -com en el seu dia ho va fer la cultura francesa- m’ha captivat. Sóc conscient que els meus sentiments vers França no em permeten ser objectiu a l’hora de valorar el llibre, però, tot i això, no vull amagar que poques vegades he gaudit tant de la lectura. Per aquest motiu, tot i que, al meu entendre, hi ha poques frases que no mereixerien ser destacades, desitjaria comptar amb la complicitat de Capgròs per compartir amb vosaltres alguns dels molts fragments amb els que m’he sentit profundament identificat:
“¿Qué ha amado Francia? Los estilos, los placeres de la inteligencia, los salones, la razón, las pequeñas perfecciones. La expresión precede a la naturaleza. Se trata de una cultura de la forma que cubre las fuerzas elementales y extiende sobre todo brote pasional el barniz bien pensado del refinamiento.”
“La divinidad de Francia: el gusto, el buen gusto, según el cual, el mundo -para existir- debe gustar, estar bien hecho, consolidarse estéticamente, tener límites, ser un encantamiento de lo aprehensible, un dulce florecimiento de la finitud.”
“El gusto se sitúa en los antípodas del sentido metafísico, es la categoría de lo visible. Incapacitado como está para orientarse en el embrollo de las esencias, alimentadas por la barbarie de la profundidad, mima la ondulación inmediata de las apariencias. Lo que no encanta al ojo carece de valor: ésa parece ser su ley.”
“En dos ocasiones alcanzó la grandeza: en la época de la construcción de las catedrales y en la de Napoleón, es decir, en dos momentos ajenos a su genio específico. Las catedrales y Napoleón, nada hay menos francés imaginable! No obstante, el pueblo vibró: cargó con las losas en la Edad Media y cayó a los pies de las Pirámides o en el Berezina. Los franceses crearon el estilo gótico, de esencia germánica, y en el plano militar siguieron al último representante del Renacimiento italiano. Así, se superaron en dos ocasiones; superaron su consumada perfección mediante el contacto con dos inspiraciones de naturaleza extranjera.”
“Fuera de esos momentos, Francia se ha contentado consigo misma: ni lenguas extranjeras ni importaciones de cultura ni curiosidades inspiradas por el mundo. Ése es el defecto glorioso de una cultura perfecta, que encuentra en su ley su única forma de vida.”
“Los franceses sacrificaron el mundo a Francia. ¿Qué iban a hacer en el extranjero? Por lo demás, ¿acaso no han sacrificado tantos extranjeros su país por París? Tal vez en eso estribe la explicación indirecta de la indiferencia y del provincianismo franceses, pero esa provincia constituyó en un tiempo el contenido espiritual del continente.”
“Nos encontramos ante un pueblo de la inmanencia, que creó el género inimitable de los detalles sutiles y reveladores de la existencia en el mundo: el ornamento. Así, nada hay más francés que un tapiz, un mueble, un encaje o, en el plano arquitectónico, una casa solariega o un palacete. Un soplo de minueto recorre, suave y liso, una civilización feliz.”
“No tiene el sentido de los mundos subterráneos ni la persiguen las esencias, pero es el país del fenómeno en sí. Un paisaje de Monet -que agota la poesía de lo visible- la satisface. El impresionismo es la aparición más natural del arte francés, es en cierto modo la conclusión del genio francés.”
“Uno de los vicios de Francia ha sido la esterilidad de la perfección, que nunca se manifiesta tan claramente como en la escritura. La preocupación por formular bien, no desgraciar la palabra y su melodía y concatenar armoniosamente las ideas: ésa es una obsesión francesa. Ninguna cultura ha estado más preocupada por el estilo y en ninguna otra se ha escrito con tanta belleza, a la perfección.”
“Francia ha opuesto la elegancia al infinito. A eso se deben todos los méritos y todas las deficiencias de su genio.”
Us recomano que el llegiu i, sobretot, que us oblideu dels tòpics que, absurdament, entelen la imatge de França. Segur que han canviat moltes coses del 1941 ençà, però si la visites sovint i sense presses descobreixes que, malgrat les pantalles globals i els addictes a la cultura-món, la França que va encantar la mirada de Cioran és, encara, ben viva.
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