Cervezas belgas a The Drunk Monk
Cervezas belgas a The Drunk Monk

"Bélgica es un caso único en el mundo, a años luces del resto"

La parroquia cervesera del Maresme celebra que la UNESCO haya otorgado a la cerveza belga la categoría de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad

Avena, agua y lúpulo. La base para elaborar cerveza es la misma en todo el mundo. Entonces, que hace que la belga sea tan especial, hasta el punto que haya sido nombrada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad? "La experiencia acumulada durante siglos y siglos, la tradición arraigada, la calidad y una cultura propia", resume Moisès Campdepadrós, del Drunk Monk, punto de encuentro de la parroquia cervesera mataronina. Un colectivo muy satisfecho con el reconocimiento que ha recibido la cerveza belga esta semana por parte de la UNESCO, y que lo eleva a la categoría de patrimonio mundial. "Tiene un pedigrí que la hace única" resume Albert Galán, el mataroní detrás la marca BIIR.

"Se debe de a la experiencia acumulada durante siglos y siglos, la tradición arraigada, la calidad y una cultura propia"

A la cervecería Drunk Monk saben un rato de cervezas belgas: de las 400 referencias que tienen a su carta, que ha convertido el establecimiento en una emblema a todo el Estado español, el 90% provienen de este pequeño país europeo. "I ni mucho menos lo tengo todo, es inabarcable", afirma Campdepadrós. Bélgica, con 11 millones de habitantes y una superficie menor que Cataluña, cuenta con unas 200 fábricas que producen hasta 1.500 tipos diferentes de esta bebida. Algunas de ellas se remontan en el siglo XI y se han mantenido hasta hoy. "Los monjes de abadías como los de la orden trapista traen centenares de años haciendo cerveza, con el método de siempre, y hoy está reconocida como una de las mejores en todo el mundo" relata Campdepadrós.

La cerveza trapista, como por ejemplo la Rochefort, tiene que cumplir con unas normas muy estrictas. El agua tiene que ser del pozo de la misma bahía, y todo el proceso está regulado de manera muy minuciosa. Los monjes empezaron a producirla por consumo propio y más adelante la comercializaron con el único objetivo de conseguir recursos para restaurar sus abadías. "Hoy siguen sin tener el dinero en mente a la hora de producirla, esto es un valor añadido", relata el propietario de Drunk Monk, cervecería que no se llama así ("monje bebido") por casualidad.

Cervezas de todo tipo

Pero más allá de las órdenes religiosas, en Bélgica se hacen cervezas de todo tipo y condición. La Lambic, única a todo el continente, que destaca por su fermentación espontánea. O las cervezas de temporada, por ejemplo, como por ejemplo las navideñas, tostadas, de alta graduación y especiades; y las 'saison', más frescas y fáciles de beber, ideales para los jornaleros en verano. También abundan las microcerveseres de producción pequeña y de mucha calidad, asimilables a las pequeñas cavas que aquí podemos encontrar en pueblos perdidos de l'Empordà o el Priorato. La comparación con el vino no es casual: a su lado, países como España consideran la cerveza una bebida de segunda, popular y sin ninguna sofisticación. En Bélgica, en cambio, es la bebida reina, y se la trata con todas las floritures que los países mediterráneos dedican al vino.

"Todo el que tenemos aquí de cultura vinícola lo tienen ellos de cervesera", afirman desde BIIR

"Todo el que tenemos aquí de cultura vinícola lo tienen ellos de cervesera, con muchas variedades y estilos tradicionales desde hace muchos años". Lo explica el mataroní Albert Galan, uno de los impulsores de BIIR, una marca que apuesta por la bebida artesana y que comercializa hasta siete cervezas diferentes producidas a caballo de Cataluña y Bélgica. "La cerveza artesana no es patrimonio de los belgas, aquí también teníamos" relata Galan, "pero mientras que nosotros las hemos perdido en detrimento de las cervezas industriales, ellos la han mantenido". Algo que ha sido clave porque hoy se considere patrimonio inmaterial de la humanidad.

La tradición manda en Bélgica, donde se prioriza mantener las recetas y los procedimientos tradicionales por encima de todo. A BIIR se inspiran en estas tradiciones cuando producen desde Bélgica. "Pero no podemos optar a hacer el mismo que ellos, porque no lo superaremos , así que intentamos introducir alguna innovación, dar una vuelta para diferenciarnos", explica Galán. Algo que a los propios belgas los cuesta entender. "Incluso al maestro cerveser con quien trabajamos le costó aceptar esta idea en el principio", explica.

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