Ricard Aymerich

Un magnífico primer paso

El acuerdo entre Generalitat y ayuntamientos, subscrito ayer en el Parlamento, para la creación de 30.000 plazas de escuela cuna públicas es una magnífica noticia. No sólo porque este era uno de los deseos de la demanda social recogida en la Iniciativa Legislativa Popular del año 2002 sino porque se dobla la oferta pública actual en este primer tramo de escolarización (que muchos hemos considerado y consideraremos siempre como plenamente educativo, pero que no siempre ni en todas partes ha tenido esta consideración llena) y porque los representantes de las administraciones públicas que tienen más cosas a decir y a hacer en esto nos anuncian que están de acuerdo sobre cómo se tienen que hacer las cosas para tener estas plazas y están dispuestas a hacer el esfuerzo económico que se deriva.

Por desgracia, este importante esfuerzo no acabará con el déficit de plazas de escuelas cuna públicas y, con toda probabilidad, habrá muchas familias que – bueno y solicitar plaza en uno de estos centros – se quedarán fuera. Tiene solución, esto? Sinceramente, creo que sí.

Por suerte, la escuela cuna (0 a 3 años) no está sometida al análisis de los resultados académicos y el que tenemos que buscar es la calidad en el servicio que se hace, es decir, en la atención que reciben los niños y niñas y sus familias. Se ha avanzado mucho en calidad, sobre todo porque los educadores y educadoras lo han ido “construyendo” – con una historia que en muchos casos se cuenta por décadas - en cada uno de los centros. Ahora llega la oportunidad de dejar establecidas las condiciones de esta calidad mediante un decreto que se dejará terminado en pocos meses; entre todos tenemos que hacer que los niveles de excelencia que se quieren mantener sean compatibles con el necesario crecimiento de la oferta de plazas que se necesita. Y este difícil equilibrio no es más que una pieza del que considero que es el auténtico reto que tenemos ahora: más inversión en educación, especialmente en esta primera etapa, dentro de una política de mejor atención a la infancia y a las familias. Países que ya lo hacen (y de los que tendríamos que aprender) tienen claro que este es el camino hacia la cohesión social (todas las familias tienen acceso en igualdad de condiciones a unos servicios “cuidados” y gratuitos y a muchas facilidades horarias mientras los niños son pequeños) y hacia el bienestar personal y colectivo. Algo tendremos que hacer aquí. Si es que nos queremos comparar, está claro, con países como Finlandia y el resto de países fríos – pero mucho más avanzados que nosotros, en esto – norteños del continente.

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