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Juicio al monitor de un centro de menores del Maresme por violar a un niño con autismo

La fiscalía pide 66 años de prisión para el monitor del centro de la DGAIA del Maresme, acusado de abusar sexualmente en reiteradas ocasiones del menor

La fiscalía pide 66 años de prisión a un educador de un centro de menores supervisado por la Dirección general de Atención a la Niñez y la Adolescencia (DGAIA) situado en el Maresme, por haber agredido sexualmente en reiteradas ocasiones un chico de 13 años que sufría autismo y que estaba interno al equipamiento. El fiscal también reclama una indemnización a la DGAIA 80.000 euros a la víctima. Los compañeros de trabajo del acusado, pero, creen que el relato de la víctima es imposible, puesto que lo habrían detectado immediatamente

Los hechos se produjeron en 2014, cuando el acusado habría violado reiteradamente, tanto dentro de cómo fuera del centro situado en Teià , el menor de edad, que entonces tenía 13 años y sufría trastorno del espectro autista con una discapacidad del 42% de sus facultades. La madre de la víctima estaba encarcelada. Según el relato de la fiscalía, el hombre obligó el chico a mantener relaciones sexuales con penetración bucal y anal "especialmente vejatorias" entre los meses de abril a noviembre de aquel año. Lo hizo, según el fiscal, con "ánimo deliberado de satisfacer los ses impulsos sexuales", y "aprovechando la superioridad que le daba su edad y estatus de profesor así como la debilidad de carácter del menor discapacitado".

La primera violación se produjo supuestamente en abril de 2014 cuando el acusado llevó el menor a visitar su madre a la prisión de mujeres de Barcelona. Al volver, solo en coche, lo llevó a una zona boscosa aislada cerca del municipio maresmenc de Teià . Allá, aprovechando que el menor "no puede decir que no puesto que el menor no se puede resistir por la sumisión que le produce su discapacidad", le exigió que le hiciera una felació, eyaculando a su boca. Seguidamente lo amenazó que si decía nada lo trasladarían a un centro cerrado para menores delincuentes, algo que resultaba especialmente intimidando por la debilidad cognitiva de la víctima, según recalca la fiscalía.

El siguiente abuso recogido a la acusación se produjo el julio de 2014, cuando el acusado llevó la víctima y a otros menores al cine. Aprovechó la ocasión para tocarle el pene y los testículos. Entre julio y agosto de 2014 el acusado llamó al menor a su despacho, sobre la medianoche, para invitarlo a ver un documental. Al acabar lo llevó a una zona del centro de menores donde se guardan los carros de bebés y, aprovechando la sumisión del menor, le hizo sacarse la camisa y lo empezó a tocar por la zona del pecho. Después lo obligó a sacarse los pantalones y lo penetró analmente, causándole mucho dolor, según relata la denuncia. Hacia septiembre y en octubre, señala fiscalia, se repitieron violaciones similares en el mismo espacio en al menos dos ocasiones.

El menor no lo pudo denunciar hasta tres años mas tarde, en noviembre de 2017, raíz de una charla que dio una psicóloga sobre abusos sexuales. En base a lo que escuchó allí, la víctima explicó a su madre los abusos que había sufrido.

La residencia donde se produjeron los hechos es titularidad de una fundación privada, pero su supervisión está adscrita a la Generalitat de Cataluña. La citada fundación fue quién contrató el acusado como vigilante nocturno de los menores. La acusación pública pide que la Generalitat indemnice el menor con 80.000 euros por los daños sufridos, en condena por su responsabilidad civil subsidiaria. Según la fiscalía, la víctima ha quedado maltrecha psíquicamente, con sintomatología postraumática que lo ha llevado a tener ideas suicidas.

Compañeros de trabajo defienden el acusado

Durante la primera jornada del juicio, la madre de la víctima ha dado plena veracidad a su relato. En cambio, tres testigos de la defensa lo han considerado prácticamente imposible. Han declarado otra educadora del turno por la noche, que era al piso de debajo donde trabajaba el acusado, el subdirector del centro, que vivía en el mismo edificio, y la tutora del niño mientras residía en el centro. Según los tres, el acusado era uno muy buen educador, atento, "sensible, encantador, amoroso, divertido, comprensivo, excepcional, perfecto" y con muy buena relación con los menores. Además, aseguran que por la noche las puertas de las habitaciones estaban abiertas y al edificio se sentía cualquier mínimo ruido que pasara. Nunca tuvieron ninguna queja de ninguno otro niño.

Por otro lado, el subdirector y la tutora han explicado que la víctima era muy "fantasiós", jugaba mucho con ninos y superhéroes inventándose historias y tenía al menos "tres amigos imaginarios". Uno de ellos era un hombre grande borracho que le decía que hiciera cosas malas, un segundo que le decía que no hiciera aquellas cosas malas y un tercer niño pequeño con quien jugaba más. Los dos también han explicado que el joven tenía mucha fijación con el sexo, era bastante desinhibido en esta cuestión y a menudo se masturbava en la habitación ante los compañeros, o hacía tocamientos libidinosos a la tutora. Esta educadora, con quien el chico tenía mucha confianza, ha asegurado que el menor le hubiera explicado algo en el momento que pasó y no lo hizo. También ha relatado que a menudo decía mentidas y hacía fabulaciones.

 

 

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