Capgròs
El debate sobre educación que vivimos en nuestro país está tocando un tema delicado: el papel de la religión (la católica, pero también las otras) a la escuela. Naturalmente, no es una cuestión que atenyi sólo el marco escolar; sólo hay que ver la movilización que algunas autoridades eclesiásticas de fuera de Cataluña han promovido. Precisamente por eso, se agradece el tono sensato que obispos y comunidades de base catalanas han dado de entrada al tema. Este fin de semana he estado en Castilla y al llegar a casa el domingo por la noche he visto claro que el talante de los obispos es diferente del de los obispos.
Yo empecé a trabajar en Mataró en una escuela fundada el 1965 por unos cuántos padres y madres decididos -acompañados de unos maestros que no lo eran menos (a los que me he referido otras veces con respeto y admiración)- que sabían diferenciar muy bien que una cosa es el culto y el adoctrinamiento religioso que muchos de ellos practicaban y todavía practican como personas activas y comprometidas en parroquias de la ciudad y que otra muy diferente es el que se tenía que enseñar/aprender en la escuela. Hicieron una apuesta valiente por la escolarización conjunta de niños y niñas (ahora nos parece el más normal del mundo pero en sesenta esto era dificilíssim), por la recuperación de la lengua y nuestra cultura, y para dejar todo tipo de adoctrinamiento (religioso o político) fuera de la escuela. Para mí, esto es toda una lección para el debate que vivimos.
Las personas hemos cambiado mucho desde entonces y la sociedad con ellas. Ni el estado es católico (como lo era el franquista) ni la religión católica es la única. Iría bien que todos juntos avanzáramos hacia un espacio público (lo de todos y el de los servicios públicos) donde no haya ningún privilegio por ninguna religión y que por lo tanto fuera laico, respetuoso con las opciones individuales de cada persona en cuanto a sus creencias (o no) religiosas y respetuoso también con los derechos colectivos de cada comunidad de creyentes. Sólo desde la igualdad se puede asegurar la convivencia entre estas diferentes comunidades. Eso sí, el adoctrinamiento religioso dejémoslo fuera de la enseñanza obligatoria: no hacemos el disparate de separar los/las alumnas por su religión en el seno de la escuela. Hace cuarenta años, en unos momentos en qué era muy difícil traerlo a la práctica, unas personas admirables ya demostraban que esto no estaba reñido con educar por el compromiso y en unos valores individuales y colectivos, hoy también necesarios. aprenderemos?
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