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Una Fogonada masiva como feliz reencuentro festivo

La Fogonada devuelve las chispas, la alegría y el perfume de pólvora a la calle 23 horas después de aplazarse por la lluvia

El 24 de abril es el día de Santo Fiel. Nada a hacer, pobre, ni como día ni como santo con su directo antecesor, el pletòric Sant Jordi. Pero cómo que este año la lluvia, el viento, la granizada y el mal suspenso comunicativo decapitaron por detrás el 23 de abril mataroní, tocó inventarse una recuperación: cómo los exámenes de septiembre, una Fogonada 23 horas después. El mejor Santo Fiel de la historia.

Sin aquel bullici que casi xarbota después de todo el día de Sant Jordi, la Fogonada recuperada fue un ejercicio colectivo de ganas de no sumar un tercer año sin un acto cómo este. Un ejercicio de voluntad y de fidelidad, cómo el santo del día. El gentío era ingente (y muchos padres piden que se quede las nueve como hora más propicia a los niños que las diez) y las ganas de recuperar el cuadro plástico pre-pandèmic multiplicaron la expectación.

Desbocades de ganas, las familias salieron a la calle. También los costaba de aguantarse las ganas, tanto tiempo de corsés y formatos adaptados después, a Diablesas, Tabalers do Maresme, Dragón, draguers y tabalers. Y enmedio la fantasiosa fàbula de la leyenda, el Macho cabrío cambiante de banda de la Plaza Grande pero manteniendo el trazo y ya detrás el Ayuntamiento un Sant Jordi portentoso y a galope de caballo haciendo acabar bien la historia.

Sant Jordi fogonada
Sant Jordi fogonada

Los voltafocs, preciosos


Los voltafocs volvieron a ser los momentos culminantes. Un baile de chispas que obsequia perfume de pólvora al sonido propio de La Coixinera y un espectáculo hipnótico que enciende de color calabaza las plazas Grande, de Santa Maria y del Ayuntamiento. Recuperar el ritual, hacerlo de forma compartida y terminar el primero gran acto de cultura popular después de la Covid fue un ejercicio de alegría.

Habrá que encenderle siempre alguna vela de agradecimiento (o algún petardo) a Santo Fiel por haberle salvado el culo (y la Fogonada) al siempre preeminente Sant Jordi.

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