Ramon Bassas, opinión
Ramon Bassas, opinión

El Carnaval despellofado

El exregidor y asesor de comunicación reflexiona sobre el carnaval de Mataró en este artículo de opinión

Hay un poco de polémica a Mataró, un pelo bizantina, por la decisión del Ayuntamiento de introducir cambios en la fiesta del Carnaval de este año, cómo bien explica en Cugat Comas en esta crónica en Capgròs . Cómo que ignoro los detalles y no he hablado con los responsables políticos, ni de hecho con nadie más, no entraré. Pero todo ello me mueve a decir la mía sobre la cuestión del Carnaval, una fiesta basada en el antiquísimo y universal costumbre ritual de la "válvula de escapament" para poder soportar mejor la presión del poder. Y que el poder enseguida vio utilíssim porque concentra la incomodidad y la protesta en unos pocos días el año, el resto del cual todo continúa cómo si nada. Mi tesis es que el modelo tradicional de Carnaval es obsoleto porque actualmente no cumple cabo de las funciones que tiene. Veámoslo.

A parecer mío, esta tradición se ha aguantado por tres patas. La primera: como contrapeso festivo al largo periodo de privaciones de la Cuaresma (contrapesos habituales entreel homoludens , el homo religiosus y el homofaber ). La segunda: como escarni al poder, a los que mandan. Y la tercera: para denunciar la hipocresía de la moral dominante. Cómo que todo esto tiene sus riesgos, y solo lo podemos decir si "dejamos de ser cómo somos siempre", surge la costumbre de decirlo disfrazándose y ocultándose: me velo por desvelar (el correlato festivo de las imágenes tapadas/velades del Sábado Santo).

Pues bien, de todo esto, hoy, solo tiene sentido disfrazarse, sobre todo porque es divertido, hace fiesta, promueve la cohesión de grupos ...y permite a los maestros descansar de enseñar matemáticas durante una pandilla de días. Por eso la ciudad se llena de gente difressada y feliz el sábado de Carnaval por la tarde. Pero para de contar. Junto a esto, el tradicional montaje de en Cascarilla (en teoría crítico) me parece una patética herencia de la cual, porque no sea dicho, hasta ahora nadie se había atrevido a cuestionar en público.

¿Por qué las tres patas ya no lo aguantan? En el primer caso, porque la Cuaresma ha dejado de existir como referente cultural, incluso por los creyentes, como mínimo en las dimensiones que había tenido en nuestro país al menos hasta el Concilio Vaticano II. O al menos hasta los planes de estabilización y el desarrollo de la indústia turística a España. Incluso hoy es difícil encontrar menús ajustados en los preceptos tradicionales un viernes de Cuaresma. El único periodo de restricciones similares que conocemos los occidentales del siglo XXI son las dietas, cosa que nadie se dispone a esperar con excesos, precisamente. La secularización se ha impuesto de tal manera que los contrapesos al exceso religioso no tienen ninguna suelta ni vuelta.

En el segundo caso, es a la inversa. El escarni al poder, al menos al poder político, es diario a Twitter. Y el programa de análisis político más ver a Cataluña es uno de satírico, que se emite cada semana y a ^el políticos sueñan humitejadament salir. Ep, a los políticos. Al principio, en Cascarilla se metía con los otros "poderes fácticos" de la ciudad, especialmente con Caja Laietana. ¡Que bien que nos iba Caja Laietana por enriure'ns-en! Pero la penúltima crisis la enterró y ya no tenemos ni esto. Esclar que, de los poderes fácticos reales (Amazon, los amos de las redes, los fundes buitres, yo que sé...), nadie osa joderse. Y a ellos se los es exactamente igual el que hagas, además. Con lo cual, cómo decía, las quartetes más o menos ingeniosas de en Cascarilla, que a menudo hablan de gente y conflictos ridículos que solo interesan a los cuatro que saben de qué va, hacen un poco de pena.

Y en el tercero el problema es que no lo resistiríamos. ¿Qué es la hipocresía moral actual? me pregunto. Por ejemplo: que mientras los padres son al sofá denunciando la cosificación de la mujer, su hijo adolescente se masturbi con el porno que se puede bajar del móvil que los primeros le acaban de llevar por Reyes. Que mientras toda la familia volvemos del Palacio Sant Jordi con lo "Queremos acoger" todavía al coro, tengamos la seguridad que policías y soldados (profesiones que no queremos por nosotros) tienen controladas nuestras fronteras y nuestros enemigos y nos permiten acostarnos sin peligro. Que con la excusa de la lucha contra el patriarcado, los hombres (y las mujeres) nos escaquegem de redistribuir las emprenyadores funciones que otorgábamos al patriarca. Y así en todo. ¿Resistiremos un Cascarilla que nos lo haga saber? ¿No correremos a hacer cara seria denunciando su machismo, racismo o patriarcalisme? No, la moral de ahora (con la cual seguramente simpatizamos ustedes y yo, que somos ilustres benpensants) no admite cuestionamientos, cómo bien aprovecha la extrema derecha para hacerse seductora. A esta moral le pasa como las anteriores que, a pesar de todo, sí que tenían que resistir un Cascarilla de vez en cuando con la excusa dylaniana que los tiempo estaban cambiante.

Queda, cómo decía, disfrazarse. Tampoco es que sea muy motivador: miráis cómo va vestida alguna gente y ya me diréis si hay ninguna diferencia. Pero confío aunque el viejo poder de la máscara, el antiguo juego de tapar para destapar, todavía tenga algunos espacios para celebrarse. Que de tapar y escondernos todavía lo tenemos que hacer. De hecho, por suerte.

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