Trabajadores de Capgròs

Pequeña historia oral de la familia Capgròs

Vern Bueno Casas FOTO PORTADA: Trabajadores de Capgròs

Durante estos 40 años muchos trabajadores de la revista Capgròs han establecido vínculos estrechados con sus compañeros y con su trabajo. Recuperamos cinco testimonios que reflexionan sobre el poso que les ha dejado su paso por la casa

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Las empresas familiares conforman más del 88% del tejido empresarial catalán. Capgròs es una de ellas, no solo en el sentido estricto del término, con un liderazgo continuado durante estos 40 años a manos de la misma persona, el editor Mateu Ros, sino también por los vínculos que muchos de los miembros del equipo han establecido con su lugar de trabajo y con sus compañeros a lo largo de estas cuatro décadas, a menudo tan estrechos, íntimos y duraderos en el tiempo que van más allá del ámbito puramente laboral. Además de los familiares de la propiedad, en Capgròs han trabajado matrimonios y se han formado parejas que aún perduran y amigos para toda la vida. Hay empleados que llevan más de 20 años, y otros que, a pesar de haber pasado una década desde que se marcharon, todavía son reconocidos por la revista en la calle.

"La gente sabe quién hay detrás de Capgròs, no somos una empresa anónima"

Si alguien ha personificado en todo este tiempo el espíritu familiar de Capgròs y el sentido de pertenencia al oficio y al lugar de trabajo, es Francesc Salazar, conocido como ‘Charly’, el muy querido asesor comercial de la empresa, que en 1984 se dejó convencer por Ros para embarcarse en la creación de la revista, la primera gratuita en catalán y en color del país. Una aventura en la que continuó durante 38 años más, hasta su fallecimiento en 2022, tan llorado por sus compañeros, por sus numerosos amigos y por tantos mataronenses y maresmeños que lo vinculaban de manera indisoluble a Capgròs. Felisa Vivas, la esposa de Salazar, que también trabajó en Capgròs, es uno de los testimonios que recogemos en este reportaje de personas que han pasado durante todo este tiempo por la plantilla de Capgròs. También están Rafa Navarro, hoy alcalde de Premià de Mar; Jordi Muñoz, el primer diseñador de la revista, y su pareja, Judit Nogueras, recepcionista, quienes se conocieron y enamoraron en la empresa; o Èrika Ros, la “hija del jefe” que ha vivido totalmente el concepto de empresa familiar.

Francesc Castanyer amb Artur Mas | RG
Francesc Castaño con Artur Mas | RG

Ser mucho más que un número

“A mí, ‘Charly’ me cambiaba los pañales mientras pasaba día y noche en nuestra casa con mi padre intentando parir la revista”, rememora Èrika Ros, que 23 años después entró a trabajar codo a codo en el ámbito comercial con Salazar y con su padre. “Volvió de un Erasmus sin un horizonte claro y mi padre me dijo que si me ponía a trabajar en un chiringuito, nada de nada”, recuerda Èrika. Empezó ayudando a vender la Guía Comercial. “Debía ser por un verano, y me quedé 15 años”, recuerda Ros.

Erika Ros

Una trayectoria larga que no es para nada la excepción en Capgròs, donde la mayoría de los trabajadores llevan o han pasado media vida. “Esto se debe a que nunca hemos sido un número, una pieza sustituible, siempre se nos ha tratado a todos como familia, lo fuéramos o no”, reflexiona Ros. Un hecho que, según ella, es la razón del éxito de la empresa y de que lleve ya 40 años al pie del cañón: “Capgròs ha alcanzado reconocimiento porque lectores y anunciantes saben quién hay detrás; no somos una empresa anónima, sino un grupo de personas identificable, a quienes nos reconocen y nos paran por la calle, incluso cuando hace muchos años que no trabajamos allí”. Algo que ha ayudado, en su opinión, a que mataronenses y maresmeños “se hicieran suya la revista” a pesar de tantos cambios durante estas cuatro décadas.

festa del futbol mataroni mateu

Pura pasión por el trabajo

Volviendo a ‘Charly’, todos lo recuerdan, pero nadie, claro está, como su esposa, Felisa Vivas, ‘La Feli’ para sus compañeros y amigos. “Tengo muy presentes aquellos años en casa de Mateu, cuando empezaron con la revista desde la nada, ¡entonces vendían un papel en blanco! Era pura pasión, y mi marido lo mantuvo así toda la vida; para él, Capgròs lo era todo, mucho más que un trabajo. Sentía la revista y todo lo que hacían como propio. ‘¡Es que la hemos parido nosotros!’ siempre decía lleno de orgullo”. Hasta puntos casi enfermizos, recuerda Feli con una sonrisa triste. “Algunos veranos de vacaciones de repente se soltaba ‘uff, ya tengo ganas de volver, que me ha quedado tal o cual cosa pendiente y quiero arreglarlo’, y yo le tenía que contestar que por favor se calmara y se relajara un poco”. ‘Charly’ llegó a mover una cartera de más de 300 clientes, muchos de los cuales acabaron siendo amigos suyos; ninguno, en cualquier caso, guarda un mal recuerdo. “Hace poco uno de ellos me decía ‘mira que hay gente que me ha hablado de ‘Charly’, pero aún es hora de que alguien me diga una mala palabra”, explica su esposa.

Charly i Feli
Charly y Feli

Feli también trabajó en Capgròs, durante 16 años (de nuevo, una trayectoria larguísima) en el ámbito de la administración. En realidad le tocaba hacer encargos de todo tipo (“parecía el recadero, ¡con la moto arriba y abajo haciendo de todo!”), pero buena parte de su jornada la dedicaba a una tarea aparentemente ingrata; gestionar los cobros de los clientes, lo que implicaba perseguir y resolver recibos impagados. “Mucha gente me decía ‘vaya, qué trabajo más desagradable’, pero para mí no lo fue en absoluto, al contrario”, asegura Feli, que siempre logró mantener “muy buen rollo” con los clientes, mostrándose comprensiva con ellos y ayudándolos a encontrar soluciones. “Había quienes les costaba mucho pagar porque las cosas les iban muy mal, la crisis del 2008 hizo mucho daño, estaban embargados y colgados de deudas; yo cobraba muchos recibos de cinco euros en cinco euros, yendo varias veces cada semana si era necesario, dejando que pagaran poco a poco, dándoles facilidad y un poco de ánimo”. Al final, como recuerda Feli, “todos luchábamos por lo mismo, por sacar adelante nuestros negocios”.

"Todos luchábamos por lo mismo, sacar adelante nuestros negocios"

Cuando todo el mundo hace de todo

Si ‘Charly’ fue parte de Capgròs desde su fase más embrionaria, lo mismo puede decir Jordi Muñoz, el diseñador de la revista durante casi 20 años. Hermano de Roser Muñoz, cofundadora de la empresa y esposa de Mateu Ros (de nuevo, la familia), Jordi empezó su trayectoria en Capgròs en 1984, año de nacimiento de la revista. “Pegaba sellos, ponía tampones y escribía las direcciones con la Olivetti y listo, a repartir la revista”, recuerda. En una época en la que todos hacían de todo, con una zapatilla y una alpargata, Muñoz empezó a encargarse del diseño, de la manera tan rudimentaria como se hacían entonces las cosas en el sector. “Trabajaba con los rotrings, filmando las galeradas, llevándome el texto de fotocomposición revelado, aún húmedo; lo secábamos en el Opel Corsa de Mateu con el ventilador a toda pastilla”, rememora riendo. Entonces confeccionar una revista implicaba hacer pruebas, negativos, positivos, fotolitos, planchas… conceptos que hoy suenan a prehistoria. “Debería ser en 1989 cuando apareció el primer ordenador Macintosh con aquella pantalla mini en blanco y negro y aluciné; mi profesión cambió totalmente y desde entonces aún estoy enganchado a estos trastos”, explica; y aun así, Muñoz asegura que recuerda aquellos primeros años “con un afecto y una nostalgia brutales; me gustaba trabajar de esa manera tan manual, con pausa”. Unos años, los primeros, en los que se vivían situaciones delirantes. “Por Navidad repartíamos la revista vestidos de Papá Noel, encima de un 4x4 Suzuki, con villancicos a toda pastilla sonando a lata desde unos altavoces cutres. Entonces estaba exprimido como un fideo, y entraba en las panaderías con la pila de revistas y con mi disfraz navideño, y las panaderas se reían de mí diciendo ‘uff, ¡qué Papá Noel más enjuto!’. Siempre volvía a casa con una bolsa de croissants, que me regalaban de pena que les daba”.

Jordi Muñoz
Jordi Muñoz

Muñoz fue testigo privilegiado del crecimiento de Capgròs; desde los inicios cuando la revista se agotaba en los puntos de recogida principalmente “porque la gente podía encontrar gratis las farmacias de guardia, el horóscopo o la programación de la tele”, hasta la llegada de periodistas como Albert Calls, impulsor del suplemento cultural 5 Cèntims, o de Francesc Castanyer, con los cuales la publicación fue ganando mucho peso a nivel informativo mientras aumentaba la plantilla. “He visto pasar muchísima gente”, resume Muñoz. Una de ellas, Judit Nogueras, que entró a trabajar en Capgròs como recepcionista meses antes de que Muñoz dejara la empresa. Coincidieron poco tiempo, pero lo suficiente para que surgiera la chispa que los llevó a iniciar una relación sentimental que hoy aún mantienen. “Conectamos muy bien con los cuatro cafés que tuvimos tiempo de tomar, ella me organizó mi fiesta de despedida, y cuando estaba en Málaga, intentando una nueva aventura, la invité a venir porque mi hermana me chivó que ella estaba un poco desanimada y, bueno… ¡aquí seguimos!” ríe Jordi. Judit lo recuerda con matices algo diferentes. “Sí, sí, pero también es cierto que una de las primeras broncas que tuve en el trabajo fue con él… ¡Pero vamos, no hace falta que entremos en detalles!”.

"Secábamos las fotocomposiciones reveladas con el ventilador del coche a toda hostia"

Ser la cara de Capgròs

Nogueras fue recepcionista más de 10 años, y durante este tiempo Judit fue la persona que se encontraba todo el mundo al entrar en las oficinas de Capgròs de la calle Sant Benet para poner un anuncio, ya fuera para explicar algo que quisieran que se publicara o para quejarse por alguno de los contenidos que había aparecido en la revista o en el portal. Se tragaba unos cuantos sapos. “Pero, ¿me viste alguna vez con mala cara, eh?” puntualiza Nogueras. No, eso nunca pasaba; durante todos esos años ella fue el verdadero rostro de Capgròs, y siempre, literalmente, era una sonrisa. “Si trabajas de cara al público hay cosas que te las tienes que guardar, si tienes un mal día la gente no tiene por qué enterarse; es mi manera de ser”, explica. Esa sonrisa a veces tenía que convertirse en cara de póker, porque tanto tiempo en la recepción de Capgròs la llevó a lidiar con situaciones desagradables o surrealistas. Tiene tres bien marcadas en la memoria. “Una mañana recién sentada en la mesa suena el teléfono, descolgo y sin tiempo a decir buenos días me cae un aluvión de insultos. ‘Sois una pandilla de hijos de puta, me cago en vuestros muertos!’, así uno tras otro. Resulta que el gran problema es que hemos publicado contando que el Real Madrid ha ganado la liga y unos cuantos mataronenses lo han celebrado en la calle”. Otra que no olvidará es la llamada de un chico diciendo que “necesitaba una muestra de semen”. “¿Cómo? le respondo. ‘Sí, el médico me ha pedido una y os llamo para saber cómo puedo hacerlo’, me insiste”. El individuo había pedido el número del CAP a información telefónica y le habían facilitado el de Capgròs. Era habitual confundir la sede de la revista con cualquier cosa. “Más de una vez llamaban y decían ‘perdone, ¿por qué puerta tengo que entrar, que vengo al funeral’; pensaban que éramos el cementerio, porque en la página de necrológicas de la revista salía nuestro teléfono”. Tomar nota de las personas que querían publicar un último adiós de su ser querido en la revista era una de sus tareas habituales. En algunos casos, quizás la más difícil. “Cuando venían a poner el esquela de la abuela que acababa de morir era triste, claro, pero sabías que era algo propio y natural de la vida; pero cuando era una madre que había perdido a su bebé y se quería despedir...”

Judit Nogueras
Judit Nogueras

Hace casi una década que Nogueras no trabaja en Capgròs. “Y aun así hoy todavía me paran por la calle para pedirme si les puedo poner un anuncio”. Desde la recepción también conoció lo más granado del arte mataronense y maresmenc, ayudando cada mes a montar las exposiciones del Espacio Capgròs, en el vestíbulo de la sede. Todo ello, en definitiva, ha hecho que muchísima gente la conozca o como mínimo le resulte familiar. “He estado en cenas con 15 personas que no me sonaban de nada y muchas de ellas decirme ‘ah, si yo a ti te conozco’; o habían venido a Capgròs, o me habían visto paseando… uno de ellos era conductor del Mataró Bus y me veía la cara circulando por la calle Sant Benet”.

"He estado en cenas con 15 personas que no me sonaban de nada y todas ellas decirme 'yo a tú te conozco'"

Gestos que te marcan para siempre

Rafa Navarro no era familia en el sentido estricto, pero el actual alcalde de Premià de Mar explica que Mateu Ros lo trató como tal. “Me ayudó muchísimo a cambio de nada”. El edil maresmense era un pipiolo cuando empezó a trabajar como periodista de deportes en Capgròs y en el Mataró Report, a finales de los años 90, de la mano de Albert Calls y Francesc Castanyer, “que hoy siguen siendo amigos íntimos”, asegura Navarro. Para él, además de una escuela de periodismo, Capgròs fue clave para impulsar su propio proyecto emprendedor. En 1999, mientras aún trabajaba allí, se lanzó a fundar Compagina, una empresa del ámbito comunicativo. “Entonces tenía claro que quería emprender, empecé a coger encargos y proyectos sin tener ni ordenador, ni escáner ni logística ni nada, y Mateu fue clave; sin pedirme nada a cambio, puso a mi disposición todo el equipo técnico de Capgròs, toda su maquinaria, además de facilitarme sus proveedores de imprenta.

Rafa Navarro
Rafa Navarro

Me daba las llaves de la oficina y me decía ‘cierra cuando te vayas’; podría haberme dicho perfectamente que nanai de coger proyectos por cuenta propia si estaba trabajando para él, pero al contrario; fue de una generosidad increíble y eso me permitió coger vuelo”, rememora Navarro. Como dice el edil premianense, “hay personas que pasan por tu vida y te regalan gestos que desde su perspectiva no tienen importancia y ni recuerdan, pero que para ti son determinantes y marcan un antes y un después”.

"Para mi Capgròs i Mateu fueron cruciales para poder montar mi propio proyecto"

Capgròs, en definitiva, como un hogar, y los compañeros, como una curiosa cuadrilla de hermanos y primos bien avenidos y queridos a pesar de las inevitables broncas y conflictos. Feli lo explica mejor que nadie: “En Capgròs me encontré una familia, más que un lugar de trabajo. Así es como lo sentí”.