Joan Salicrú

Repartiendo caramelos y sonrisas a Cerdanyola

Crónica de la visita que la cabeza de filas de Convergència i Unió, Joaquim Esperalba, efectuó viernes al Parque de Cerdanyola.

Joaquim Esperalba conserva todavía muchas caras y muchos nombres de su época de médico de familia. Esto es el que se observa viéndolo intercambiar impresiones con varios vecinos del barrio de Cerdanyola que la cabeza de lista de Convergència i Unió encuentra durante una paseada el primer viernes de campaña. Tiene la cabeza pacientes y también médicos y médicas, y el marido de una profesional de la ciencia de curarnos le explica quién es su mujer, la cual Esperalba asegura recordar.
La cabeza de filas convergente ha salido de su local con la roulotte de campaña, uno de los elementos de la campaña que más expectación ha despertado entre los mataronins, a las cuatro de la tarde y se ha dirigido al Parque de Cerdanyola. Llegados allá ha hablado tranquilamente con la prensa. Ha declarado que no tendrá que nueve zonas azules y ha sugerido que en el Parque de Can Tuñí tendría que ir un aparcamiento subterráneo y que hace falta una escuela cuna al sur del barrio. Y que detecta un gran cansancio entre la gente de Manuel Mas y su equipo: «Nadie me ha dicho que volvería a votar socialista», expone. El candidato, que es un hombre heterodoxo, ha asegurado también que muchas de las propuestas de la Alternativa Vecinal de Mataró (AVdM) son parecidas a las de CiU y ha asegurado que por después de elecciones ya tiene concertadas varias visitas a vecinos. Que hay un compromiso por después de los comicios, vaya. Dice que ha encontrado dos grandes problemas a Cerdanyola: la vivienda y la percepción que la gente tiene de la inmigración. Respecto a la segunda cosa, Esperalba ha explicado que los vecinos se le han quejado del hecho que los inmigrantes que abren negocios al barrio, como que no tienen que pagar una serie de impuestos hasta después de un tiempo, aprovechan la circunstancia para ir abriéndolo y cerrándolo. «Ellos ven como una injusticia algunas formas de discriminación positiva. Yo creo que a igual derechos, igual deberes», ha dicho.
Y después de esto, se levanta y baja a la arena. En compañía de Vicent Garcia, que aparte de ser el número seis de la canditatuta también le hace de xòfer, empieza a recorrer la plaza. Se pone a repartir lápiz de colores y caramelos entre los niños. Se sienta a hablar con un par de chicas de una treintena de años que sientan en un banco de la plaza y los pregunta cuántos hijos. Las mujeres le sacan el tema de la vivienda y él los saca su programa de viviendas de alquiler: «El más importante es que la gente viva en la ciudad», los dice.

Los caramelos de los niños
Aparecen más niños en busca de más caramelos y es que en una campaña todo el mundo intenta seguir sus intereses. Los niños los caramelos y los políticos votos. Y los primeros confunden, no se sabe si voluntariamente, el candidato Esperalba con el alcalde. De repente se empiezan a enfadar para ver quién se queda más y uno se echa a llorar. «No llores, hombre!» le dice Esperalba. Si más más no, el candidato nacionalista hace el esfuerzo de entretenerse a conocer las situaciones personales de cada persona con quien habla: «Esto de estar por la gente es el que más me gusta», comenta. Su acompañante Vicent Garcia, que es maestro de profesión y se presenta por primera vez a unas listas, comenta que le gusta el contacto personal con la gente: «Además ellos se nota que necesitan que alguien los escuche». Quizás esto es el que quieren los electores: que se los escuche, pero no un golpe cada cuatro años.

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