Toni Rodon

Historia d’un velero que no pasaba por la puerta

Martí Anson se pasó 55 días construyendo un velero sabiendo que después no lo podría sacar por la puerta de salida

El esfuerzo que dedicamos al trabajo es casi siempre algo que va ligado al producto, rentabilidad o beneficio que sacaremos en última instancia. Es una filosofía utilitarista, quizás consumista, que obliga siempre a traer nuestra felicidad hacia aquello que hemos conseguido. Romper con esta idea y buscar una alternativa fue la intención del artista mataroní Martí Anson que puso en marcha una iniciativa curiosa, mescla de arte y de las reflexiones más profundas del esfuerzo que representa el trabajo. Anson, trabajador de la conocida Galería Toni Tàpies, dedicó 55 días, del 16 de diciembre del 2004 al 6 de marzo del 2005, a elaborar un velero de 10 metros de longitud –unos 34 pies en términos náuticos- y cuatro y medio de ancho.

La elaboración se llevó a cabo en el Centro de Arte Santa Mònica de Barcelona que, convertido en unos improvisados astilleros, sirvió de centro expositor en el cual los visitantes podían observar el mataroní trabajando cómo si estuviera en una jornada laboral normal: de lunes a viernes y ocho horas de trabajo. La sorpresa por los visitantes llegó cuando supieron que el velero no podía llegar a su medio: hacía cinco centímetros más de ancho que la puerta de salida. “Romper con las expectativas de la gente, todo y alguna decepción, era, de hecho, el quid, el objetivo primordial, de este proyecto artístico”, reconoce Martí Anson.

Despacio, el proyecto artístico aconteció, según el artista mataroní, más real del que se había previsto: “La empresa valenciana que habíamos contratado se retrasó en lo entrega de algunos materiales y, junto con otros problemas, probamos las propias dificultades de una jornada laboral normal y corriendo”, explica.

No sale por la puerta, pero es que tampoco se acabó
La finalidad de la construcción de este velero Stela 34 tampoco era acabarlo. En los últimos días los visitantes de la exposición pudieron observar los dos dormitorios y la cocina que el velero albergaba. A pesar de todo, buena parte del proceso, como el màstil, cubrir o pintar el velero, quedó sin terminar. “Era imposible acabarlo en 55 días puesto que el proceso de elaboración es complejo y requiere mucho tiempo”, detalla Anson.

Pasado el plazo establecido, el artista reconoce que alguna persona se va decepcionar: “En un principio la gente no entendía como construía un barco y después no lo podía sacar por la puerta. A pesar de todo, después de explicarlo, se dieron por satisfechos”, comenta. El proceso de construcción, emitido en directo a centros de arte col•laboradors de Bilbao, Los Ángeles, Columbus e Hiroshima, por medio de una webcam, cerró con la satisfacción de todo el mundo. “La valoración es positiva. Quería buscar nuevas soluciones en los esquemas tradicionales de las exposiciones, romper con la autoría de la obra puesto que un velero no representa ninguna innovación; quería ir en la dirección de una filosofía más activista”.

Un final cantado
Sin poder pasar por la puerta, sin poder navegar puesto que todavía no estaba finalizado y, quizás el más importante de todos, sin que los propietarios quisieran que la construcción tocara agua de mar, el velero tenía un final cantado: su destrucción. Martí Anson recuerda que, a pesar de tenerlo planeado desde un principio, estuvo a punto de hacer marcha atrás: “En un primer momento me lo repensé pero finalmente consideré que no destruyéndolo rompía la intención de la exposición”.

Sea como fuere, Anson se muestra satisfecho por su trabajo: “A veces hay que valorar los medios o procedimientos como una finalidad en sí mismo”. Y es que con una única utilidad como el ejercicio mismo de ser construido, la historia de este velero de un artista mataroní nos trae a reflexiones sobre la ética, el esfuerzo del trabajo y la finalidad que con él perseguimos. Quizás las que, ahora hace un tiempo y por cuestiones injustas, dieron el nombre de ‘renacuajos' a los mataronins.

Archivado en:

Comentarios