Joan Salicrú

CONTRACRÒNICA: Mucha tensión al pleno

Toni Civit y Genís Bargalló son los dos últimos regidores a tomar sentando al inicio del pleno. A las siete de la tarde, el número de asistentes –ya hay toda una fila de gente derecha rodeando las sillas- delata que este es un pleno excepcional después de una semana muy movida. La presencia policial –cuatro policías abajo-, dos a la escalera y unos cuántos más al primer piso añaden algo más de expectación a la cita.

Los primeros cinco puntos de la orden del día pasan sin pena ni gloria. Al público, unos 25 trabajadores del IMPEM –con la carta de Llansó a Civit entre manso- esperan también la llegada del punto número 6. A primera fila, la nueva directora de la IMPEM, Mireia Ràfols, sustituye un Jaume Llansó que acostumbraba a asistir a los plenos municipales.

A las siete y 23 minutos el operario del sonido sitúa el micro al espacio que queda entre los regidores y el público porque la representante de los trabajadores pueda dirigirse al pleno, mientras Joan Antoni Baron presenta el tema como aquel quién nada. El resto de trabajadores se ponen derechos en señal de apoyo.

El texto es llevar y reparte críticas tan a Civit como Llansó. Civit, impecablemente vestido –oscuro, con americana, como siempre-, aguanta estoico. Pero no puede esconder su preocupación. Intenta mostrarse tranquilo, tomando notas, como si la cosa no fuera con él. Se enoja cuando Mojedano –que habla con solemnidad- le reprocha por enèssima vez el tema del Museo del Rock. Hace que no con la cabeza. Bargalló hace idéntico gesto cuando el portavoz popular le reprocha el nombramiento de Sergi Penedès. Joan Antoni Baron también dice que no –más convencido- cuando Mojedano insinúa la posible parcialidad del informe. Ràfols, que Mojedano elogia, río.

Civit bebe agua para refrescarse. A su derecha, Esteve Terradas mira más la mesa que no ninguno adelante, intentando pasar desaparcebut. Pilar González, por su parte, se arrapenja a la izquierda del asiento, en dirección a Baron. Nadie quiere protagonismo a la hora de recibir, está claro.

Cuando faltan catorce minutos por las ocho el aire acondicionat se pone en marcha milagrosamente. Las 102 personas que hay entre el público lo hacen absolutamente necesario. Muy poco después Civit toma la palabra. Habla relativamente seguro del que dice; eso sí, utilizando su típica muleta -“diéssim” o “dijéramos”- mientras se rumia cómo acaba la frase. Los trabajadores del IMPEM ríen por debajo la nariz cuando los dice que la misma tarde los ha comunicado por correo electrónico su voluntad de resolver los problemas. La segunda risa, este ya mucho más evidente, se produce cuando Mojedano dice que Civit tiene la habilidad de envolver más la troca en vez de resolver los problemas.

Hacia las ocho y cuarto se pasa en su punto siete de la orden del día. Han sido los momentos más tensos del mandato.

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