Ramon Bassas, opinión fb
Ramon Bassas, opinión fb

Calles sin santos

En este artículo de opinión, la exregidor y asesor en comunicación, Ramon Bassas, reflexiona sobre el papel de las tradiciones, la historia y la religión en el nomenclador de las calles de Mataró

A veces tengo la sensación de que ERC se aburre en el Ayuntamiento de Mataró. Sé que las sesiones municipales suelen ser bastante pesadas, lo cual debe ayudar, pero cometí la imprudencia de mirar un fragmento de la sesión de enero por internet, contemplando estupefacto la intervención de la representante del partido mencionado antes de la votación sobre la nueva composición de la Comisión del Nomenclátor mataronense. Dicha Comisión, por cierto, cuenta con personas de gran valía que harán un buen trabajo. También tienen más paciencia que un santo, que es el principal ingrediente necesario, temo, en estas reuniones.

La concejala independentista pedía que la Comisión ampliara su actividad para nombrar equipamientos, esculturas, dependencias y otros espacios no viarios, lo cual me parece excesivo (y absurdo). Pero, por si este trabajo no fuera suficiente, aconsejaba hacer más cambios de nombres en la actual red de calles. En realidad, lo único que ha logrado este partido, al menos en la última década en el ayuntamiento local, que yo recuerde, es cambiar el nombre de una anodina referencia borbónica por uno de los libros de Platón. Debe ser divertido seguir con el cuento.

No se detenía ahí. Aprovechaba, como no podía ser de otra manera, para preguntar cuál debería ser la nueva orientación. Priorizar la toponimia sobre los nombres de personas (un criterio que no sé si gusta mucho a los pobres mataronenses que viven en la Plaza de la Morería), por ejemplo, "porque las personas terminan siendo desconocidas para las generaciones futuras". Efectivamente, nadie sabe a quién se refiere realmente la calle de Pujol o la calle Cristina. Y añadía "no tiene sentido usar nombres que no tienen peso alguno en la sociedad del siglo XXI o ninguna relación con la ciudad". Me hace pensar en el paseo Ramon Berenguer o la avenida Francesc Macià, sí. Por si no quedaba suficientemente claro, el primer ejemplo que daba era revelador: "la importancia de la religión cristiana" [sic], cuyos referentes "no serían los más importantes en la sociedad actual". La concejala añadía eventos bélicos, etc. Me ha convencido: hay que retirar la plaza Once de Septiembre inmediatamente. "¿Tiene sentido que en Mataró haya tantas calles de personas que no tienen nada que ver con Mataró?" se preguntaba la representante nacionalista. Y reclamaba nombres de deportistas, por ejemplo, o que cambiáramos los nombres de las calles Solís y Castaños como aquel que cambia sus calzoncillos (deben tener pocos votantes en esas calles).

Fuera bromas, no digo que en algunos casos no se pueda hacer, especialmente si el Ayuntamiento no tiene trabajos más urgentes o importantes. Quizás en algunos casos incluso molestar al ciudadano que vive allí tendría todo el sentido. Pero lo que me preocupa es el tono de novedad y la falta de respeto hacia los mensajes más o menos comprensibles que nos da nuestra propia historia local y sus vicisitudes. Hay nombres liberales relacionados con las guerras carlistas porque eso explica cuál fue la postura de la ciudad en un momento de su historia, por ejemplo. Hay algunos que no sabemos muy bien a qué se refieren (como la plaza de los Bous), pero nos enlazan con el nombre histórico. Hay algunas extravagancias simpáticas (hechas para fastidiar a los forasteros, claro) como poner Miquel Biada a una calle, una plaza y un instituto completamente desvinculados. Hay nombres de filósofos griegos (a propuesta del querido Santi Estrany) porque un día nos sentimos muy novecentistas y deudores del pasado clásico. Y habrá nombres de "referentes actuales" en las huellas urbanas que se abran en nuestro tiempo que, contrario a lo que sostiene la concejala, aún hay por abrir en los nuevos sectores de desarrollo urbanístico.

Y también hay nombres religiosos, sí. De santos, sobre todo. De una forma u otra, también nos hablan de nuestra historia: del tipo de preocupaciones de nuestros antepasados, que se pueden descubrir sabiendo qué patronazgo ocultan estas devociones. O de los antiguos emplazamientos de conventos (plaza de las Teresas, por ejemplo). Es decir, en primer lugar, hablan de nosotros y de nuestra historia. Del grueso de una ciudad de dos mil años que quiere dialogar con su pasado al vivir el presente, sin complejos. Pero, en segundo lugar, hablan del legado cultural más relevante que tiene nuestra cultura (sí, Mataró es Occidente) que, a pesar de lo que le pueda parecer a la señora concejala, aún sirve a muchos mataronenses para relacionarse con la dimensión trascendental e individual de las personas. Muchos de ellos son votantes de ERC, por cierto. Son referentes actuales, además.

No descubrimos nada, así, cuando detrás de una supuesta bienintencionada iniciativa de "modernizar" el nomenclátor se esconde sin muchos rodeos el objetivo de borrar el conjunto de tradiciones que ha configurado lo que somos, comenzando por la tradición católica, como si todavía estuviéramos en las trifulcas del siglo XIX. No es solo que borrar las huellas de esta tradición en nuestras calles y plazas silencie las contribuciones intelectuales, emancipadoras o simplemente históricas implícitas en los personajes o hechos recordados. Es que lo que no entienden, me parece, es la importancia de las narrativas religiosas de nuestra casa para cultivar esa dimensión intrínseca de los seres humanos. Por eso las menosprecian.

Mejor la calle Maradona que la calle de Sant Bru, parece ser. Contra el grueso de la ciudad del palimpsesto (como dice el urbanista Manuel de Torres del Mataró histórico), la banalidad adámica y antintelectual Republicana de Cataluña.

Archivado en:

Comentarios (13)