Capgròs
La verdad que es que no han carecido opiniones de todo tipo sobre la crisis política a raíz del desastre producido al barrio del Carmel de Barcelona debido al derrumbamiento del túnel de servicios en la perllongació de la L5 del metropolitano.
habido pronunciamientos particulares en los medios de difusión, los hemos podido leer y escuchar. Los unos de críticos y otros no tanto.
De hecho, el caso del Carmel ha tenido y tiene todavía dos vertientes a considerar. La repercusión en el colectivo de afectados, la que es merece más consideración y la del trasbals político que ha generado el derrumbe. Esta última ha tenido un alcance social general puesto que ha neguitejat y preocupado en un grado muy elevado la opinión pública en relación en la clase política. Ha amenazado de romper la confianza que el pueblo le había depositado sin la cual la gestión de la cosa pública pierde toda fuerza y justificación de ser regida.
Enmedio, pues, de tantas opiniones personales, demudadas en artículos y declaraciones, hemos echado de menos la opinión de la intelectualidad. Qué decían de todo las personas dedicadas al cultivo de la ciencia. Por qué las personas implicadas en el ejercicio del intelecto y de las artes, que a menudo disfrutan de un reconocimiento público, no se han pronunciado colectivamente de alguna manera. Por qué no ha dicho la suya? Es bastante conocido que el reconocimiento social del cual disfrutan los intelectuales los hace referente en situaciones de injusticia, de conturbació o de desgracia.
No era conveniente, o quizás necesario, que el estamento pensante de un país afectado por una crisis política de características imprevisibles emitiera su opinión ?. Pronunciarse en situaciones como la que comentamos es, sin duda, asumir un riesgo. Con todo, la opinión que hubiéramos deseado escuchar no hacía falta que combatiera a nadie. Es más que seguro que las reacciones no se hubieran hecho esperar . Todo y la neutralidad de la opinión emitida, que bien le ha ser supuesta, ni el gobierno ni la oposición ni sus defensores correspondientes es posible que no quedaran satisfechos del todo. No querríamos pensar que nuestra clase intelectual ha querido, en este caso, hacer como aquel que nada y guarda la ropa en no hacer ningún tipo de pronunciamiento colectivo.
Restan muy lejos aquellos años en los cuales podíamos leer no a la prensa, está claro, pero sí por medio de una difusión masiva y privada, escritos de reclamación o de opinión a favor de la justicia social, de la lengua, de las libertades fundamentales. El país lo necesitaba. Era una reivindicación, una exposición de alto nivel dirigidas a un gobierno que segaba toda libertad. Y constituía, aun así un gran riesgo personal indudable y también un cohonor para los ciudadanos.
Apenas cosida la gran herida, resta un vacío que tiene que tener sus justificaciones. Con sinceridad, pero, no se las sabemos encontrar.
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