Tres apuestas por el Día Internacional de los Amantes del queso
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Tres apuestas por el Día Internacional de los Amantes del queso

Tres apuestas para el Día Internacional de los Amantes del queso

Os recomendamos tres quesos diferentes por una velada especial: el Chaumes, el Pecorino trufat y el Tete de la Moine

Mirarse la lista de 'Días Internacionales de' es un pasatiempo curioso. Menos prolífico y didáctico que el paraulògic y más curioso que el mirar el viento de donde viene, pero es un buen pasatiempo. Cada día de los 365 que conforman el año tiene varías dedicatorias temáticas, a las que hay que sumar las significaciones espirituales o incluso astrològiques. Un buen guirigay. De entre todas las advocacions del 20 de enero destaca que es proclamado como 'Día Internacional de los amantes del queso'.

Ya tiene narices que haya un día para estimarse el queso. Es cómo si hubiera un Día Internacional del sol que sale por levante o un Día Internacional del mal olor a la llanura de Vic. Pero nos aferraremos con fuerza a esta filiación romántica-dependiente hacia el buen queso y consagraremos el día de hoy, este 20 de enero que hasta ahora asociábamos a la canción (en masa almíbar) de La Orea de Van Gogh.

El amor es un queso

Esta canción amorosa, que canta cómo en una madrugada del 20 de enero una pareja se ve y se enamora ya por siempre jamás podría ser banda sonora por los amores a primera vista. Aquellos que producen un chispazo sensorial, unas cosquillas que te recorren el espinazo como una caricia. Aquellas sensaciones con las que vallas los ojos alargando la cesura entre parpalleigs, cómo mirando que todo aquello que pasa no se escape cuando vuelvas a enfrentarte al horizonte. Estos amores genuinos y electritzants se pueden separar en dos categorías: los que pueden acabar bien o mal y los que no tienen este margen y siempre destilan felicidad. Las historias románticas con los quesos son de estas segundas. El amor siempre mejora con lácteos fermentados por el medio.

En el Día Mundial de los Amantes del queso podríamos pararnos en la celebración grupal, en el elogio colectivo y genérico o proponer tres veladas, tres citas íntimas, tres historias de candidez amorística segura. Cada cual que se estime a quien quiera y cómo le plazca, pero tres opciones que posamos sobre la tabla como ganadoras son las siguientes:

Chaumes

De inconfundible color taronjós por fuera, somos ante un ejemplar menos prestigiado que algún otro de los principales quesos de pasta blanda franceses. Todos los que somos hermanos pequeños sabemos que de atención y de aprecio, indefectiblement, en esta vida nos toca menos. Al Chaumes poco le importa que a menudo parezca que solo de brie y camembert viva la infantería social. Ay, el chaumes. Ideal para comer con torradetes, tiene un gusto fuerte a pesar de que menos que su olfato prominente, ciertamente. Siempre hay tiquis-miquis que lo niegan por cómo hede y se casarían cuando lo comen. A su gusto característico le encontramos algún elemento cítrico y avellanós y comerlo no empalaga nada. Muy poco comilón, el chaumes. Y fácil de encontrar y bastante barato de encontrar.
 

El formatge Chaumes

El queso Chaumes

Pecorino trufat

Señoras y señores, hoy jugaremos sobre seguro. El Pecorino es conocido y a la gente que le place no se queda solo con que le guste, es probable que los veis esbozar algo similar a una levitación sensorial cuando el queixalin. Originario de Cerdeña, los de los más conocidos de los de oveja de toda Italia. De hecho Pecora es oveja. En este caso, para remachar el clave, pasaremos por caja y nos haremos practicantes del amor intenso y pasional con la versión que incorpora trufa. Gusto potente, dosifique limitada porque aquí sí que podemos quedar medio trastocados de demasiado queso pero un estallido de palpitaciones al comerlo que nos dejará satisfechos como muy pocas otras comes. El Pecorino trufat es el exceso, el remado, un queso multisensorial. No había en ninguna parte dos amantes como el pecorino y nosotros!
 

El pecorino trufat

El pecorino trufat

Tete de moine

Por las relaciones que queremos subrayar de especialidad y estos momentos en que las maneras son importantes. Por las tablas más presumidas y detallistas, para cautivar desde la propia tabla parada. No es solo el cómo, pero aquí importa. Con el Tete de Moine nos vamos a Bélgica y escogemos así un queso de cada. De vaca y amasa semi-prensada, tiene el encanto de servirse con una 'girolle' que es este utensilio que permite que se presente en forma de flor, como una rosa, cortándolo mucho fin y generando esta manera de presentarlo y sentirlo sobre la lengua, con toda la inmensidad de gustos y matices. Con una torradeta y un chico de mermelada o con uva. Ay, la tete de moine. Cruspir y consumar.

El Tete de Moine, amb La Girolle

El Tete de Moine, con La Girolle

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