Tomates cherrys en plaza, el año ya va de bono
Tomates cherrys en plaza, el año ya va de bono

Tomates cherrys en plaza, el año ya va bien

Estos tomates pequeñitos y dulces, antiguamente dichos cirerols (cherrys en catalán) son el indicador que llega la época más prolífica del año

Llegar a plaza, preguntar quién es el último y aprovechar para vigilar qué hay y qué ganya hace es uno de los rituales más igualitarios que hay. Hay gente que es de una devoción militante a los mercados y plazas que realmente aprovecha los días que hay paradas para comprar cada cosa a su lugar pertinente. Tienen cerebros con una capacidad de apreciar calidades del que se vende y cruzarlo con los valores y precios para detectar oportunidades que ya querrían para sus computadoras algún broker y especulador de media cáscara.

Cómo que con todo en esta vida hay niveles y especies, del mismo modo que hay personas con el hábito y la capacidad de ir a plaza con este ánimo selectivo y entendido, hay que somos más badocs o perezosos. Que vamos a la parada, donde encontraremos nuestro vendedor o labrador, le decimos un delaguard y como máximo elemento prospectivo le inquirimos "que tal están estos…?", ante lo cual a nuestra parada o tienda siempre encontrarán la respuesta eficaz porque queramos comprar en el instante. Ir a plaza es todo un mundo y la mutación de colores y especies que se pueden contemplar son uno de aquellos calendarios naturales, que pasan página semana a semana y que con las novedades nos indican que incluso en medio de esta mierda de la Covid el tiempo va pasando.

Por qué digo todo esto? Porque de los últimos golpes que fui a plaza la paradista todavía ríe de la alegría que me suscitó la aparición de los tomates cherry, que encara no había viste dispuestos. A partir de aquí la audiencia puede bifurcarse entre los que se exclamarán que todavía no hubieran ("si a tal lugar hay de hace un mes!") y los que juzgarán prematura la aparición de los más pequeñitos ("pero si todavía no es tiempos de tomate, donde vas a parar!"). A unos y otros, toda mi empatía. Pero a mí me hizo ilusión ver cherrys, compré dos kilos (excesivo? seguramente, pero no duraron) y pensé que ahora el año sí que ya va de bono.

Mucho más que unos tomates pequeños

Los cherrys que vi en plaza, que se entienda, son tomates de verdad, pequeños, de entre tres y unos cinco centímetros pero de apariencia y medidas un chico diferentes. No hacen todos exactamente la misma fila, como los de los supermercados que te los miran y hacen atrás solo de imaginarse que podrían haber sido hechos a máquina o impresora tridimensional. Los cherrys no tienen que ser cómo baletes perfectos, tienen que presentar su rojo intenso con algún matiz al extremo y si nos venden cogidos al branquilló nos serán más de más garantía pero quizás pagaremos alguna onza de más que no nos acabaremos comiendo. Cosas de plaza.

Cómo siempre que hacemos elegía de algo, conviene mirar qué se dice no sea que acabamos haciendo apología de ningún deshecho improcedente. Del cherry copio y engancho que son un alimento de baja aportación calórica debido a su gran contenido en agua. Son una buena fuente de minerales, vitaminas y fibra. És su contenido en vitamina C, E y carotens el que lo convierte en un alimento anti oxidante. Leído esto hay que confesar que ninguna persona normal y corriendo debe de saber qué carai son los carotens pero que de toda la relación de virtudes se desprende que no nos pueden hacer paso mal, al comer. Siempre está bien. Alguna vez sirven por amansar la hambre que viene de golpe, a la llegar a casa. Si comes cherrys no comes otra cosa, sería el razonamiento.

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Tomates cherry a la planta


Los cherrys pueden danzar solo, formar parte de la ensalada, acompañar algún plato o ser la cuota de apariencia linda que facilite la ingesta de tomates al público infantil, que alguno hay que arrufa la nariz. De los cherrys se decía cirerols, dicen, a pesar de que la relación podría ser inexacta por más que la traducción sea literal. Tomate cirerol era cualquier tomate pequeño, que pareciera más una cereza que un tomate. Y no los de esta especie. Vaya, esto me dicen.

De cherrys cada vez habrá más. Son buscados, confirman en plaza. No soy el único que los ha celebrado como si lo Madrid hubiera palmat a Europa. Pero por más que lo pregunto no me acaban de quedar claras las tipologías y clasificaciones. Siendo, el tomate, un cultivo tan extendido, ve a saber si la familia Cherry no tiene ya un árbol genealógico inabarcable, en todo los países, los climas y los continentes. A saber. Mientras haya a plaza y esté natural, pero, hay que aprovechar.

Israelíes y mexicanos se disputan la invención

Removiendo durante las semanas que no había, de cherrys en plaza, encontré la curiosa mención que el origen de los mismos no está claro y que israelíes y mexicanos se disputan la paternidad. Los de la estrella de David aseguran que se creó allá propiamente la especie más comercial que se ha acabado generalizando pero a México los consta que ya en la época de los aztecas, borde el siglo XV había un tatarabuelo del cherry, de color amarillo. Los griegos, con una especie propia, lo tienen documentado a inicios del 1800 pero dicen que vino de Egipto. Envuelve que hace fuerte.

El mejor de la ecuación me parece, en todo caso, que sin saber muy bien de donde viene y ante la posibilidad fehaciente que confluyera desde varios orígenes a la vegada, no solo lo cherry sino todo el tomate llegara a Europa en general y a la Península Ibérica el siglo XVI y no antes, importando y no propio. En una zona donde desde el gazpacho al pan con tomate buena parte de los platos que nos definen e identifican tienen el rojo de esta hortaliza como símbolo, recordar que no fuimos nosotros quien nos inventamos ni la sopa de ajo ni el propio tomate siempre es oportuno cona las obsesiones identitarias.

 

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