Sopa de cebolla: el mejor rescoldo a medio invierno
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Sopa de cebolla: el mejor rescoldo a medio invierno

Sopa de cebolla: el mejor rescoldo a medio invierno

Fácil de hacer, la sopa de cebolla con inexcusable torradeta con queso acontece una auténtica estufa gastronómica

En un país cómo el nuestro, en que la hora del tiempo es quizás la más sagrada de todas y somos capaces de quejarnos de si hace calor en verano, frío en invierno o si llueve en septiembre, reseguir el calendario pendientes del mercurio del termómetro va indisociablemente ligado a los respectivos rituales gastronómicos. De rompe-moldes siempre habrá, pero es tan heterodoxo un gazpacho en diciembre cómo una escudilla en julio. El tiempo que hace, vaya, es cómo si invitara a una o a otra cosa y en estas cuando se llega a las latitudes del año empezado y el enero rotundamente afirmado resulta que (oh, sorprendida) tenemos que pensar al curarnos del frío.

Del frío que hace aquí, al Maresme. No podríamos hablar de otro. Dónde somos tropicales y el mar nos serena las inclemencias que abaten espíritus y registras cordillera prelitoral allá. Quede claro si alguien comparece por aquí y no ha tenido la suerte de nacer o vivir en esta lengua de tierra. Que no nos venga a decir que "este frío vuestro no es frío" porque ya bastante que lo sabemos que él o ella quizás iría con calceta corta cuando nosotros nos pelamos de frío. Y no nos importa. Hay que reivindicar el derecho a la autodeterminación del termostat de cada cual y cada comarca.

* Por cierto, compatriotas. Hace frío pero no tanto. Evitamos calefacciones a registros de rostisseria, que no está la factura de la luz para escatimar una capa. Que se os tiene que decir todo.

Ahora, cuando hace frío

El enero (y el febrero, corto pero vive y rabiüt que le va detrás) es cuando más fresca se nota y, por lo tanto, la gastronomía también hay de invitar. Toca casa, recogimiento, arrecerar-se. Es ahora cuando se escau la sopa de cebolla. Conocida y reconocida, sí, pero sobre todo fácil. Ay las, por los que tendemos a poca-trazas cada vez que descubrimos que algún plato suculento es asequible de hacer. Te lo imaginas cómo un hechizo de poción genuino y secreto y resulta que, sea dicho con todos los respetos de este mundo, aquel plato lo puede cocinar incluso el menos diestro de los humanos.

Dicen que viene frío. Durante semanas. Anticiclónico y seco, pero frío. Pues posemos sopa de cebolla. Una sopa hecha nuestra, sí, pero que parece que viene de Occitania o incluso de más "norte allá donde la gente es culta, desvelada y feliz", que decía la Espriu. En todo caso de hacer caldo de un producto tan extendido cómo la cebolla es probable que no necesitara precisamente de un big bang iniciático y que todo descienda. El mejor de estos inventos es que no sean muy bien de nadie. Y los afrancesados que se posen hojas.

Sopa de ceba de l'Òmnia, a Mataró

Sopa de cebolla de la Òmnia, a Mataró

Facilíssima: cebolla, caldo de gallina y queso

La sopa de cebolla tiene el encanto de la facilidad, de la elocuencia y la poca filigrana. Mucha cebolla pasada por óleo y mantequilla, muy ablandada de lo lindo, que pierda el agua que la hace rabiüda y aquel deix corporal suyo, que parece que quiera mantenerse firme. La cebolla, en cierto modo, lo tenemos que amansar y ablandar siempre sin que se queme y con opción si se quiere de abocar harina para dorar algo más. De la preparación de la cebolla iremos viendo cómo el color se hace tenue, y despres se ataronja o se amarrona cuando le venga el caldo. Con qué cebolla la hacemos? Cada cual se la hace cómo cómo quiere. Pero la blanco y corriendo ya se basta. Y un día me dijeron que si tienes, mejor la xarlota.

A la cebolla muy domada se añade caldo. Caldo de aviram. De gallina, vaya. Otro seguramente resultaría demasiado fuerte a pesar de que seguro que la prominente comunidad vegetariana en tira del suyo, de caldo. Y debe de quedar bueno a pesar de que no es cómo se conoce más. Cuando tienes la mezcla y hervida podría parecer que ya está pero queda el elemento más distinguido del ceremonial.

Llevadme pan y llevadme queso, que hoy será fiesta gorda! La manera convencional de presentar y tomar la sopa de cebolla incluye una tostada y una avalancha de queso tachado generoso. Del mismo tipo o mezclando. Blancos o moratones. Jódele gasto. Trucos? Rascar ajo a la tostada, y así hacemos el gusto del resultado algo más profundo. Otros, echar también queso a la sopa. Puede ser excesivo.

Y todavía más? Un huevo. Aquí ya tocamos muelle del hueso. Potxé, que se dice oi? Puede ser la apoteosis pero también justo es decir que sin él, la sopa ya es deliciosa..

Imprescindible: se tiene que servir que quema

Recapitulamos. Tenemos la sopa de cebolla propiamente hecha a la olla y la tostada con el queso por sobre. Es imprescindible que le damos un toque todavía más de rescoldo. Si no lo hiciéramos, de que vendría toda la disertación inicial? Servimos en un cazo o plato de barro, posamos la tostada y el queso abundante y a gratinar. Gratinar y añadir al resultado tantos grados que si alguien tiene prisa y la toma cuando la servimos, la sopa, puede hacer un grito digno de Bianca Castafiore.

A tabla, cuando hace frío, servir la sopa de cebolla en raciones individuales. Crema y te tienes que esperar. Es indispensable tener conversación, mientras esperas que el resultado global baje hasta un umbral de grados tolerable. Esta espera, este deleite, también es el que hace especial la sopa de cebolla. Un golpe la tomas es buenísima. Incluso hay gente detractora de la cebolla que la entomarà con alegría. El ejercicio interior al tomarla es sensación de estufa desbocada. Si no hace frío de verdad, puedes acabar sudando y todo. Y es entonces cuando miras el calendario y voces que, ciertamente, quizás ya es marzo tardío, o abril, o encara octubre. Y todavía no toca. Porque la sopa de cebolla, más allá de todo, es básicamente rescoldo.

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